Las estrellas de mar son de los animales más raros que existen: no tienen cerebro, no tienen sangre, digieren su comida externamente y regeneran partes de su cuerpo hasta convertirlas en estrellas nuevas. Pero esto no se compara en rareza con lo que una investigación acaba de descubrir. El análisis de la expresión de sus genes revela que básicamente son cabezas dotadas con la capacidad de gatear.
«¿Cabeza, tronco y extremidades? No, gracias»
Las estrellas de mar y otros equinodermos carecen de la arquitectura necesaria para un cuerpo real, dicen los biólogos Laurent Formery y Chris Lowe de la Universidad de Stanford.
«Desde la perspectiva del patrón de ectodermos», escriben los investigadores en su artículo, «los equinodermos son en su mayoría animales con forma de cabeza».
Los equinodermos (estrellas de mar, erizos de mar, galletas de arena y pepinos de mar) son bastante comunes en las partes del océano que los humanos frecuentan, por lo que los tenemos bien incorporados en nuestro pensamiento.
La estrella de mar más antigua conocida en el registro fósil es anterior a los primeros dinosaurios conocidos en más de 200 millones de años. Pero son muy diferentes de otros animales. La simetría de su cuerpo es, normalmente, quíntuple, en lugar de la simetría bilateral «izquierda-derecha» que vemos en la mayoría de las criaturas.
«La forma en que las diferentes partes del cuerpo de los equinodermos se relacionan con las que vemos en otros grupos de animales ha sido un misterio para los científicos desde que los estudiamos», dice el biólogo evolutivo Jeff Thompson de la Universidad de Southampton.
«En sus parientes bilaterales, el cuerpo se divide en cabeza, tronco y cola. Pero con sólo mirar una estrella de mar, es imposible ver cómo estas secciones se relacionan con los cuerpos de los animales bilaterales».
Abandonaron una parte de su cuerpo
Los investigadores llevaron a cabo un estudio molecular para descubrir dónde encajan los equinodermos en el superfilo deuterostomo, un gran grupo de animales que incluye tanto vertebrados como equinodermos.
Dado que los deuteróstomos evolucionaron a partir de un ancestro común, hace muchos millones de años, los investigadores pensaron que podrían rastrear la forma en que evolucionaron los equinodermos. Por ello estudiaron los genes de un estrella de mar llamada Patiria miniata, o estrella murciélago.
El equipo de investigación utilizó técnicas moleculares como la tomografía de ARN y la hibridación in situ para localizar secuencias precisas de ADN y ARN en una muestra de tejido. Con la información obtenida crearon un mapa tridimensional de la expresión genética en el cuerpo de la estrella de mar durante su desarrollo.
En los deuteróstomos, por lo general, existe un conjunto de genes que ayudan a desarrollar el tronco del cuerpo. Pero en la estrella de mar murciélago esto no era así.
«Los genes que normalmente están involucrados en el diseño del tronco del animal no se expresaron. Parece que todo el plan corporal del equinodermo es aproximadamente equivalente a la cabeza en otros grupos de animales».
La evolución de los equinodermos ha sido difícil de entender, basándose únicamente en la forma en que tienen la forma de sus cuerpos (cabezas). La nueva investigación sugiere que, alguna vez, los equinodermos pudieron haber tenido las herramientas para desarrollar un cuerpo, pero las abandonaron en algún momento de su larga historia. Y así han funcionado bien durante 200 millones de años.