La actual pandemia de COVID-19 está haciendo que los gobiernos planteen diversas estrategias para contener el contagio. Una de las más mencionadas es la inmunidad de rebaño, pero según un estudio de la Universidad de Georgia, ésta sería poco práctica. Los resultados fueron publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences.
Dos estrategias
La propagación del virus ha hecho que las autoridades se pregunten cómo evitar abrumar su infraestructura médica, evitando al mismo tiempo una alteración social. Para intentar resolver ese problema se plantearon dos estrategias: la supresión y la mitigación.
La primera busca eliminar la transmisión en las comunidades a través de drásticas medidas de distanciamiento social. La segunda, por su parte, tiene como objetivo lograr la inmunidad de rebaño al permitir que una proporción suficientemente grande de la población se infecte sin exceder la capacidad de atención médica.
“El concepto de inmunidad de rebaño es tentador porque significa el fin de la amenaza del COVID-19”, dijo Toby Brett, autor principal del estudio. «Sin embargo, debido a que este enfoque tiene como objetivo evitar la eliminación de la enfermedad, sería necesario un ajuste constante de las medidas de bloqueo para garantizar que haya suficientes personas infectadas, pero no demasiadas, en un momento determinado”, añadió.
“Debido a estos desafíos, la estrategia de inmunidad colectiva en realidad es más como intentar caminar por una cuerda floja apenas visible”, sentenció finalmente.
El estudio
El estudio investiga los enfoques de supresión y mitigación para controlar la propagación del SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19. Los autores buscaron especialmente conocer si los países podían lograr la inmunidad colectiva sin sobrecargar el sistema de atención de salud. Además de saber cómo podrían hacerlo, y definir los esfuerzos de control que serían necesarios.
Los investigadores desarrollaron un modelo de transmisión de la enfermedad estratificado por edad para simular la transmisión del SARS-CoV2 en el Reino Unido. Así mismo, simularon la propagación controlada por el autoaislamiento de los individuos sintomáticos y varios niveles de distanciamiento social.
Sus modelos encontraron que, en ausencia de medidas de control, el Reino Unido experimentaría hasta 410.000 muertes relacionadas con COVID-19. De este grupo, al menos 350.000 serían de personas de 60 años o más.
Por otro lado, las simulaciones encontraron que, al usar la estrategia de supresión, ocurrirían muchas menos muertes. En este escenario, 62.000 personas de 60 años fallecerían, además de otras 43.000 menores de 60 años.
Demasiado cara
Por otro lado, si el compromiso de autoaislamiento es alto, la supresión se puede lograr en dos meses independientemente de las medidas de distanciamiento social. Incluso podría alcanzarse antes si se cierran escuelas, oficinas y otros lugares de reunión social.
Con respecto a la mitigación, el modelo encontró que si el distanciamiento social se mantiene en un nivel fijo, la capacidad hospitalaria debería aumentar considerablemente para evitar que el sistema de atención de la salud se vea abrumado.
En cambio, para lograr la inmunidad colectiva con los recursos hospitalarios disponibles, el Reino Unido debería ajustar los niveles de distanciamiento social en tiempo real. Esto garantizaría que el número de personas enfermas sea igual, pero no superior, a la capacidad del hospital.
Si el virus se propaga demasiado rápido, los hospitales se verían abrumados. Pero si se propaga con demasiada lentitud, la epidemia se suprimirá sin lograr la inmunidad colectiva. Ninguno de los dos escenarios puede considerarse ideal.