El estilo de vida, la edad y la genética, son factores que influyen en el microbioma humano. No obstante, un nuevo estudio masivo muestra evidencia de que las personas a nuestro alrededor tienen un gran impacto en el microbioma de uno. Algo que podría entenderse como un contagio mutuo de nuestros «bichos».
Cepas compartidas
La revisión más grande y diversa realizada hasta la fecha, ha sido dirigida por Nicola Segata, microbiólogo de Universidad de Trento. Si bien no demuestra cómo ocurre el «contagio», sí nos permite ver las bacterias intestinales y bucales que se comparten con quienes nos rodean.
De acuerdo con el trabajo publicado en Nature, podemos concluir que las interacciones sociales influyen en las enfermedades asociadas al microbioma.
Basándose en más de 9000 muestras de heces y salivas de participantes provenientes de 20 países, el equipo sugiere rigurosamente que las bacterias simbióticas en nuestros cuerpos pueden propagarse entre huéspedes humanos, incluso en breves encuentros en público.
Así identificaron más de 10 millones de cepas bacterianas compartidas entre madres e hijos, miembros de la misma casa o de la misma comunidad.
Estudios anteriores ya han probado que el primer microbioma que se comparte es el de madre a hijo durante el parto y la lactancia. Los nuevos resultados confirman que esta es la vía de exposición más importante. En 711 casos, alrededor del 50% de las mismas cepas bacterianas se compartieron entre madre e hijo durante el primer año de vida, y el 16% de esas cepas provenían específicamente de la madre.
Esta comunidad microbiana puede detectarse hasta en la edad adulta, aunque en porcentajes más bajos. Incluso a los 85 años de edad, las cepas más altamente transmisibles de una madre todavía están presentes en su descendencia, como se ve en los resultados.
El vínculo con tus vecinos
A medida que una persona envejece, la influencia microbiana de la madre se equilibra con las cepas provenientes de otras personas. Con quién vive e interactúa una persona a diario parece tener un impacto cada vez mayor en la composición de su microbioma. Después de los cuatro años, por ejemplo, los investigadores encontraron que un niño comparte porcentajes iguales de cepas bacterianas tanto de la madre como del padre.
En total, alrededor del 12 al 32% de las cepas bacterianas que se encuentran en el intestino y la boca se comparten con otras bajo el mismo techo. Los factores de estilo de vida similares no fueron suficientes para explicar los resultados.
Por ello, los autores recurrieron a comunidades más grandes, y notaron una relación similar, aunque más pequeña. Cerca del 1% de las cepas bacterianas parecían pasar de un hogar a otro en la misma comunidad rural, siendo una forma de transmisión relativamente rara. En alrededor del 67% de las comunidades estudiadas, aunque las personas fueran de diferentes hogares, compartían más cepas bacterianas entre ellos que con otras poblaciones.
“La transmisión del microbioma tiene implicaciones importantes para nuestra salud, ya que algunas enfermedades no transmisibles (como las enfermedades cardiovasculares, la diabetes o el cáncer) están parcialmente ligadas a una composición alterada del microbioma”, explica Segata.
«La demostración de que el microbioma humano es transmisible podría sugerir que algunas de estas enfermedades (actualmente consideradas no transmisibles) podrían, al menos hasta cierto punto, ser transmisibles«, concluye.