Nuestra vida comenzó con la constante división de una célula, un mecanismo maravilloso pero que no está exento de errores. Científicos han descubierto un nuevo tipo de célula embrionaria cuya función es proteger al embrión en crecimiento actuando como un mecanismo de control de calidad para eliminar las células dañadas.
Genes saltarines
Durante el proceso de división celular, las células se especializan en diferentes funciones. Sin embargo, un grupo de genetistas encontró células que no se ajustaban con los perfiles estándares mientras analizaban la actividad genética en embriones de cinco días.
Estas contenían transposones o «genes saltarines», fragmentos de ADN capaces de copiarse a sí mismos, moverse y reintegrarse en el genoma, lo que podría ocasionar daños en el camino. Pero, cuando dicho daño sucede, parece ser que se autodestruyen.
Las células descubiertas estarían configuradas para sacrificarse dándole prioridad a las que están sanas, brindando así al embrión una mejor oportunidad de crecimiento. De ahí su nombre «REject«, ya que son rechazadas y presentan RetroElements, un tipo específico de gen saltarín.
«Si una célula está dañada por los genes saltarines, o cualquier otro tipo de error, como tener muy pocos o demasiados cromosomas, es mejor que el embrión la elimine y no permita que se convierta en parte del bebé en desarrollo», explica el genetista evolutivo Laurence Hurst, de la Universidad de Bath, sobre esta interesante forma de defendernos contra los componentes genéticos dañinos.
Solo el inicio
En los embriones analizados, al menos una cuarta parte de las células son REject. El resto no tienen los mismos mecanismos de autodestrucción, pero poseen sus propios mecanismos para suprimir los genes saltarines.
Sin embargo, los científicos aún no comprenden por qué ocurre esta diferenciación. El equipo sugiere que la forma en que se comportan las células REject o la sensibilidad del embrión a sus señales podrían ser diferenciales entre un embarazo exitoso y uno fallido.
Este estudio revela que las etapas iniciales de desarrollo tienen un impacto mucho más significativo de lo que se creía, pero los genes saltarines nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida.
«Los seres humanos, como todos los organismos, luchamos en un juego interminable del gato y el ratón con estos dañinos genes saltarines. Aunque intentamos suprimirlos de todas las formas posibles, al inicio del desarrollo están activos en algunas células, quizá porque no podemos activar nuestras defensas genéticas lo suficientemente rápido», afirma Zsuzsanna Izsvák, profesora de medicina molecular en el Centro Max Delbrück de Medicina Molecular en Alemania.