A pesar de su inmensidad, los océanos son la letra pequeña al final de los tratados internacionales para la protección del ambiente. Conscientes de ello y dispuestas a cambiar la situación, un grupo de científicas ha publicado una editorial en la prestigiosa revista PLOS Biology. Su objetivo es hacer que se reconozca a los océanos como seres vivos con derechos inherentes.
«Mantener el statu quo de la ley ambiental equivale a la destrucción legalizada de la naturaleza. El derecho internacional debe evolucionar para reflejar los derechos inherentes del océano a existir, florecer y regenerarse. La salud del océano es la salud humana», escriben las autoras.
El derecho a la vida
El enfoque busca colocar a nuestro entorno natural en una posición de igualdad con la humanidad. Es decir, dejar atrás la visión de dominancia para la explotación y reconocer la interdependencia que existe entre los humanos y el ambiente a través de nuestras instituciones y leyes.
En ese sentido, lo inmediato es el derecho a la vida, a existir, el cual es un principio ético que sustenta los sistemas legales en todo el mundo. Los Derechos de la Naturaleza reconocen que la naturaleza tiene valor simplemente por su propio valor intrínseco, como nosotros, no en virtud de los recursos que puede proporcionar para ser explotados.
«Sobre la base de los entendimientos de la ley de la Tierra y los Derechos de la Naturaleza, la gobernanza centrada en el océano reconoce al océano como una entidad viva, que promueve la ley, la política y la acción institucional que centra las necesidades del océano en la toma de decisiones», escriben las tres científicas y activistas por el derecho ambiental.
Década decisiva
Antes de comenzar a tomar medidas a nivel global, es necesario fomentar valores y expectativas compartidas sobre una relación saludable con el océano. Para establecer esta relación, se debe formalizar su estado legal y valor intrínseco. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos es evidente que no estamos haciendo nada que dé resultados.
En diciembre de 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró que del 2021 al 2030 sería la Década de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible.
Nuestros océanos están cambiando de formas que no ayudarán a las generaciones futuras, con expectativas de una pérdida generalizada de recursos oceánicos prevista para nuestros descendientes. Las científicas Michelle Bender, Rachel Bustamante y Kelsey Leonard ven a esta década como una oportunidad para un cambio fundamental, y enfatizan que debemos transformar nuestro pensamiento de «propiedad y separación» a uno de «interdependencia amorosa».
Esto significa tratar al océano como una entidad que merece el tipo de derechos, respeto e incluso reverencia que la mayoría de nosotros como individuos damos por sentado para nosotros mismos.