En el pasado sólo podíamos comprar ciertas frutas en determinados meses del año. Ahora vemos en los supermercados una gran variedad de alimentos vegetales sin importar la época. Sin embargo, esto no es gratuito, y es el planeta quien está pagando un alto precio.
Producir y transportar estos alimentos durante todo el año ocasiona el 19% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, una cifra tres más alta de la que se pensaba. El estudio que analiza este tema ha encontrado que solo el 12,5% de la población mundial (países de altos ingresos) genera el 46% de las emisiones del llamado food miles.
Food miles
Este concepto hace referencia a la distancia que ha tenido que recorrer la comida desde su producción hasta llegar a manos del consumidor. Mientras más distancia represente un determinado alimento, este será menos sostenible y menos deseable ambientalmente.
«Los sistemas alimentarios mundiales, debido al transporte, producción y cambio en el uso de la tierra, contribuyen con aproximadamente 30% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre. En ese sentido, el transporte de alimentos, que representa cerca del 6%, es una proporción considerable de las emisiones totales», comenta Mengyu Li, autor principal de la investigación.
La huella global
Las emisiones de carbono provenientes de la producción de alimentos está bien documentada gracias a numerosos estudios. Aun así, cuantificar la huella de carbono global de toda la cadena de suministro de alimentos no es tarea fácil.
Para lograrlo, el equipo abarcó 74 países, 37 sectores económicos (ganadería, carbón y frutas y verduras), y 4 modos de transporte. Con esos datos crearon un modelo que incorpora toda la red global de la cadena de suministro.
Los resultados mostraron que solo el transporte de alimentos aporta 3 gigatoneladas de emisiones al año. Esto equivale al 19% de todas las emisiones relacionadas con los alimentos, incluido el uso de la tierra.
«Nos inclinamos a interpretar la información que nos rodea en términos simplistas como, la carne es mala y las verduras son buenas», señala David Raubenheime, de la Universidad de Sydney. «Nuestro estudio muestra que además de cambiar hacia una dieta basada en plantas, comer localmente es lo ideal, sobre todo en países ricos«.
¿Consumo local?
Si todos nos abasteciéramos sólo de productos locales, las emisiones del transporte de alimentos se reducirían en 0,27 gigatoneladas y las emisiones de la producción de alimentos en 0,11 gigatoneladas.
Pero sabemos que alcanzar eso es bastante irreal. En muchos lugares no se pueden cultivar los mismos alimentos que tienen otros países. Los investigadores sugieren que los consumidores de países desarrollados tienen más posibilidades de provocar un cambio generalizado. Entonces, para ellos, elegir individualmente la opción local o estacional es una de las mejores formas de avanzar.
En especial con las frutas y verduras, ya que deben refrigerarse para ser enviadas a todo el mundo, generando aún más emisiones. Por ejemplo, en los países ricos tienen el hábito de exigir alimentos fuera de temporada durante todo el año, los cuales deben ser transportados desde lugares muy lejanos, afirma Raubenheime.
«Comer alternativas estacionales locales, como lo ha hecho el ser humano durante la mayor parte de su historia, contribuirá a mantener un planeta saludable para las generaciones futuras«.