Un reciente estudio realizado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) ha arrojado luz sobre una cuestión largamente debatida: las diferencias de género en la percepción y respuesta fisiológica al frío.
La investigación ha sorprendido a la comunidad científica al revelar que, contrariamente a lo esperado, no existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en cómo perciben la temperatura de una habitación fría. Los resultados fueron publicados en la revista científica PNAS.
Pocas diferencias
El estudio se llevó a cabo con un grupo de 28 participantes, hombres y mujeres, quienes pasaron cinco horas en una sala con temperatura controlada, vistiendo camisetas, pantalones cortos o faldas, y calcetines. Durante cada jornada, se monitorearon físicamente a los participantes y se les preguntó sobre su nivel de comodidad mientras la temperatura oscilaba entre los 17 ºC y los 31 ºC.
Los investigadores del NIH esperaban encontrar que las mujeres mostraran una mayor sensibilidad al frío, dada su menor producción de calor corporal en comparación con los hombres. Sin embargo, los resultados mostraron que las mujeres en el estudio mantenían una temperatura corporal central ligeramente superior en temperaturas más bajas.
Asimismo, no se observaron diferencias de género en la absorción de glucosa, la actividad eléctrica muscular, la temperatura de la piel, o la termogénesis inducida por el frío. Aunque las mujeres eran físicamente más pequeñas y producían menos calor corporal en general, su mayor proporción de grasa corporal parecía compensar esta diferencia.
Según los resultados obtenidos, la «zona de confort» térmico del cuerpo femenino comienza a partir de los 22 °C, un grado menos que el promedio registrado para los participantes masculinos.
Esto sugiere que, a medida que las temperaturas disminuyen, el cuerpo femenino no necesita gastar energía para mantener el calor tan pronto como el masculino, dotando a las mujeres de un perfil térmico más «ártico».
No obstante, esta diferencia de género, aunque significativa, ofrece pocas ventajas prácticas. A temperaturas que bajan hasta los 17 ºC, los investigadores encontraron que no existían diferencias de género en el inicio del temblor ni en cómo los participantes calificaban su comodidad o incomodidad en la sala.
Más estudios
Históricamente, la fisiología humana ha centrado su atención principalmente en el cuerpo masculino, utilizándolo como referencia para toda la humanidad. Este enfoque restringido y en cierta medida binario ha omitido gran parte del panorama general.
Cambios hormonales y medicamentos, por ejemplo, pueden también impactar cómo una persona responde y percibe los cambios de temperatura, y estos factores, a su vez, pueden ser influenciados por el sexo o género del individuo.
«Los principales contribuyentes a las diferencias individuales en la termorregulación humana son los atributos físicos, incluyendo el tamaño y la composición del cuerpo, que pueden estar parcialmente mediados por el sexo,» concluyen los investigadores. Los hallazgos deberán ser replicados en muestras de estudio más grandes y diversas para aumentar su generalización.