El impacto del meteorito que acabó con los dinosaurios causó un terremoto de 11 grados y un tsunami con olas de 1500 metros.
Pocos eventos catastróficos han llamado tanto la atención de científicos, aficionados, y personas en general, como el que generó la extinción del 75% de las especies vivientes, incluidos todos los dinosaurios no aviares. Hablamos por supuesto, del meteorito Chicxulub que impactó al noroeste de la península de Yucatán hace 66 millones de años.
Los sedimentos cuentan la historia
Cada vez podemos aprender más sobre este evento, cuyos rastros nos brindan detalles de sus secuelas extremas, desde el polvo que rodea el mundo hasta los incendios forestales a una distancia de 1.500 kilómetros (930 millas) del lugar del impacto. De hecho, en el 2019 se encontraron registros fósiles de las horas inmediatamente posteriores, incluida la evidencia de escombros arrastrados por el tsunami resultante.
Los sucesos naturales, así como nuestras acciones, impactan y quedan grabados en la historia del planeta; a tal punto que de tal tsunami quedaron grabadas unas ondas enormes en sedimentos a 1500 metros por debajo de lo que es hoy Luisiana. Por millones de años, esas ondas se mantuvieron cubiertas con una capa de escombros de caída de aire antes vinculados químicamente al cráter provocado por el meteorito Chicxulub.
En el idioma de la ciencia de los sedimentos, los megaripples son grandes ondulaciones producidas en arena cuando aumenta la velocidad de la corriente de aire o de agua. Su tamaño puede oscilar entre 60cm y varios metros. Los ocasionados por el mencionado suceso se conservaron bajo esquisto de aguas profundas durante la época del Paleoceno.
Crónica de un cataclismo
Para encontrar una evidencia geológica como esta, el equipo de investigación liderado por Gary Kinsland, de la Universidad de Luisiana, analizaba los datos de imágenes sísmicas del centro de la ciudad, obtenidas por una empresa de combustibles fósiles. Los geólogos determinaron que las crestas onduladas impresas forman una línea recta directamente hacia el cráter de Chicxulub y su orientación es consistente con el impacto.
Los autores mencionan en su artículo publicado en Earth and Planetary Science Letters que «estas características de megaripples tienen longitudes de onda promedio de 600 metros y alturas de onda promedio de 16 metros, convirtiéndolas en las ondas más grandes documentadas en la Tierra«. Esto permite modelar el tsunami provocado por el terremoto que generó la colisión, uno de más de 11 grados y, de acuerdo a esto el tsunami habría alcanzado la increíble altura de más de 1500 metros.
El impacto del meteorito y lo que desencadenó (el terremoto y el tsunami de proporciones catastróficas) trajeron consigo eventos secundarios devastadores para la vida, arrastrando a los organismos marinos a tierra y a los terrestres al mar. Según el equipo, en este escenario caótico «el tsunami continuó durante horas o días mientras se reflejaba varias veces dentro del Golfo de México y disminuía en amplitud».
Las gigantescas paredes de agua que se estrellaron contra la plataforma cerca de las costas esculpieron las ondas que vemos hoy; y aunque causaron una gran devastación sabemos que los efectos globales en los cambios atmosféricos provocaron la aniquilación de tantas especies y acabaron abruptamente con el Mesozoico.