Los dinosaurios depredadores, como el famoso T. rex, habrían desarrollado diferentes tipos de cuencas oculares para facilitar la mordida.
Esta característica no se presentaría en otros tipos de dinosaurios. Pero para aquellos que dependían de la fuerza de su mordisco para sobrevivir, la forma su la cuenca ocular habría sido determinante.
Al menos eso sugiere la evidencia presentada en un nuevo artículo publicado en Nature Communications Biology. En él se revela cómo las inusuales cuencas oculares elípticas u ovaladas que se encuentran en los cráneos de estos depredadores podrían haber evolucionado para ayudar al cráneo a absorber el impacto cuando se abalanzaban sobre sus presas.
Cuencas elípticas o de cerradura
Los científicos de la Universidad de Birmingham, liderados por el profesor Stephan Lautenschlager, analizaron la forma de las cuencas de los ojos de 410 dinosaurios diferentes, de acuerdo con lo reportado en literatura previa.
“Los resultados muestran que solo algunos dinosaurios tenían cuencas oculares elípticas o en forma de ojo de cerradura”, señaló Lautenschlager, experto en paleobiología.
Para probar el propósito de estas formas inusuales de cuencas oculares, el equipo de investigación recurrió a simulaciones por computadora y análisis de tensión. Así, encontraron una relación entre la forma y el grado de tensión de la mordida, que de ser mayor ocasionaría daño en el cráneo.
En ese sentido, un cráneo con una órbita ocular circular era más propenso a sufrir grandes tensiones durante la mordida. No obstante, si estos se reemplazaban con otras formas de cavidades oculares, las tensiones se reducían significativamente. Esto les permitió a los principales depredadores, incluido el Tyrannosaurus rex, desarrollar altas fuerzas de mordida sin comprometer la estabilidad del cráneo.
Relevancia biomecánica
No es la primera vez que en los estudios de vertebrados se analiza la relación entre las aberturas craneales y los funcionalidad anatómica. Por ejemplo, la relación entre la fenestra anteorbitaria y los tejidos blancos y su desempeño biomecánico, o el tamaño de la abertura temporal que delimita el espacio disponible para la musculatura aductora de la mandíbula.
El orificio ocular parece haber recibido una atención considerable, aunque gran parte del trabajo existente se centra en los mamíferos modernos. Hay estudios que cuantifican la forma y orientación de la órbita entre diferentes grupos de mamíferos para encontrar correlaciones con propiedades como la locomoción y el estilo de caza.
Pero esta vez, la atención se desvió hacia los vertebrados extintos, pues, está de más decir, que los dinosaurios siguen fascinando.
La investigación además mostró que la mayoría de las especies que se alimentan de plantas y los individuos juveniles conservaron una órbita ocular circular. Solo los grandes carnívoros adoptaron otras morfologías, como cuencas oculares elípticas, en forma de ojo de cerradura o en forma de ocho.
«En estas especies, solo la parte superior de la cuenca del ojo estaba ocupada por el globo ocular. Esto también condujo a una reducción relativa del tamaño de los ojos en comparación con el tamaño del cráneo”, concluyen.