Investigadores recuperan un esqueleto casi completo de una nueva especie de pterodáctilo con un peculiar mecanismo de filtración para obtener su alimento.
Del cielo a la caliza
Los pterodáctilos fueron reptiles voladores que dominaron los cielos hace 150 millones de años. Sus poderosas alas formadas por músculo y piel les permitían elevarse por los aires y caer en picada para atrapar peces y otros animales pequeños.
Las reconstrucciones que se han realizado hasta fecha se deben a numerosos rastros que, en su mayoría, se encuentran bien conservados de la caliza de Solnhofen, en la región de Baviera, Alemania. En esa misma región, investigadores han identificado una nueva especie de pterosaurio pterodactiloide que se diferenciaba de otras por su mecanismo de filtración.
Los restos pertenecen al periodo Jurásico Superior y ha sido rescatado casi completo de una piedra caliza de capas muy finas. Este tipo de mineral conserva los fósiles a la perfección, y a los paleontólogos les interesa mucho buscar ahí.
El artículo publicado en PalZ describe a un nuevo miembro de la familia Ctenochasmatidae, caracterizada por poseer un centenar de dientes que sirven como coladores. La nueva especie, llamada Balaenognathus maeuseri, habría vivido entre 157 y 145 millones de años atrás.
“Este pterosaurio tenía dientes en la mandíbula superior e inferior, que son una imagen especular entre sí. Hay al menos 480 dientes en total”, señala el profesor David Martill de la Universidad de Portsmouth.
El especialista en paleontología ha explicado que esta nueva especie se diferencia de otros ctenocasmátidos, como el Pterodaustro de Argentina, que tiene dientes rechonchos en la mandíbula superior y otros más largos en la mandíbula inferior.
Dientes con anzuelos
Aunque B. ameuseri poseía menos dientes que otros ctenocasmátidos, los restos de su aparato bucal «sugieren un extraordinario mecanismo de alimentación mientras vadeaba el agua”.
“Usaba su pico en forma de cuchara para canalizar el agua y luego sus dientes para exprimir el exceso de líquido, dejando a la presa atrapada en su boca”, explican los autores del hallazgo.
En una reconstrucción del pasado, podríamos ver que el reptil alado vadeaba fuentes de agua poco profundas; lograba tomar pequeños crustáceos y copépodos y los filtraba a través de sus numerosos dientes. Actualmente podemos observar el mismo mecanismo en animales como patos y flamencos.
“Las mandíbulas de este pterosaurio son bastante largas y están revestidas con pequeños dientes finos y ganchudos, que tienen pequeños espacios entre ellos como un peine para liendres”.
“La mandíbula larga está curvada hacia arriba como una avoceta y al final se ensancha como una espátula. No hay dientes al final de su boca, pero hay dientes a lo largo de ambas mandíbulas hasta la parte posterior de la comisura. Y eso no es todo, algunos de los dientes tienen un gancho en el extremo, que nunca antes habíamos visto en un pterosaurio».
Los paleontólogos también piensan que los los ganchos funcionaban como pequeños anzuelos, cuya función habría sido la de atrapar diminutos camarones, los cuales se cree que eran su alimento, asegurándose de que bajaran por su garganta y no quedaran apretados entre los dientes.