En una roca muy antigua se han encontrado microorganismos de aproximadamente 830 millones de años… ¡vivos!
Bueno, posiblemente vivos, gracias a la acción de cristales de halita, es decir cloruro de sodio, o sal de roca. Cuando estos cristales se forman en un ambiente de agua salada, pequeñas cantidades del líquido quedan atrapadas en el interior, formando lo que se conoce como inclusiones fluidas. Se diferencia notoriamente de la conservación con sal, pues esta por sí misma no es capaz de preservar la materia orgánica de la misma manera.
Este hallazgo, en el centro de Australia, es científicamente valiosísimo, ya que los microorganismos pueden contener información sobre la temperatura y la química del agua, e incluso de la temperatura atmosférica en el momento en que se formó la halita.
No es la primera vez que se encuentran microorganismos en formaciones modernas de halita, las cuales se caracterizan por ser extremadamente saladas. En este tipo de ecosistemas habitan, por lo general, los llamados «extremófilos», y se han hallado bacterias, hongos y algas.
Hasta el momento, el método de identificación no ha podido determinar con exactitud si la edad de los microorganismos es la misma que la de la halita. Por lo tanto, geomicrobiólogos, como Sara Schreder-Gomes y su equipo de la Universidad de West Virginia, se preguntan: «¿Cuáles son las rocas sedimentarias químicas más antiguas que contienen microorganismos procariotas y eucariotas?»
Métodos no invasivos
Lo que alguna vez fue un mar salado, hoy es un vasto desierto en el centro de Australia, donde se extiende una unidad estratigráfica bien caracterizada que data del Neoproterozoico, llamada Formación Browne.
Luego de que el Servicio Geológico de Australia Occidental en 1997 extrajera una muestra central de la Formación Browne, Schreder-Gomes y sus colegas pudieron realizar investigaciones de halita neoproterozoica inalterada mediante métodos ópticos no invasivos.
Dicho análisis es demasiado importante, pues al dejar la halita intacta se descarta la contaminación. Esto quiere decir que cualquier cosa dentro tuvo que haber quedado atrapada en el momento de la formación de los cristales.
En el interior, los científicos encontraron restos de células procariotas y eucariotas. Algunas muestras exhibieron colores consistentes con la descomposición orgánica, mientras que otras expusieron la misma fluorescencia de los organismos modernos, así que puede tratarse de material orgánico inalterado.
Microhábitats que perduran en el tiempo
Según los autores, es posible que algunos de estos microorganismos aún estén vivos. Las inclusiones fluidas podrían servir como microhábitats donde prosperan pequeñas colonias. En el pasado ya se han extraído procariotas con vida de halitas que datan de hace 250 millones de años; ¿por qué no de 830 millones?
«La posible supervivencia de los microorganismos en escalas de tiempo geológicas no se comprende completamente. Se ha sugerido que la radiación destruiría la materia orgánica durante largos períodos de tiempo, sin embargo, otra investigación halló que la halita enterrada de 250 millones de años de antigüedad estuvo expuesta solo a cantidades insignificantes de radiación. Además, los microorganismos pueden sobrevivir en inclusiones fluidas por cambios metabólicos, incluyendo la supervivencia a la inanición y las etapas de quistes, y la coexistencia con compuestos orgánicos o células muertas que servirían como fuentes de nutrientes», escribió el equipo.
Por otro lado, este estudio demuestra cómo se pueden identificar dichos organismos sin destruir o alterar las muestras. Ciertamente, los resultados nos brindan un amplio conjunto de herramientas para identificarlos y conocer más sobre la historia de la Tierra y el origen de la vida aquí.