Investigadores de la Universidad de Columbia en Estados Unidos han identificado, por primera vez, la zona del cerebro donde se origina la curiosidad. El hallazgo ha sido publicado en la revista Journal of Neuroscience.
Utilizando escáneres de resonancia magnética funcional (fMRI), los científicos midieron los niveles de oxígeno en diferentes partes del cerebro, lo que indica la actividad de cada región en un momento dado.
Conocer el origen de la curiosidad podría ayudarnos a entender mejor cómo funcionan los seres humanos y potencialmente conducir a terapias para condiciones donde la curiosidad es deficiente, como la depresión crónica.
«Es realmente la primera vez que podemos vincular la sensación subjetiva de curiosidad sobre la información con la forma en que el cerebro representa esa información», señala la neurocientífica Jacqueline Gottlieb.
El experimento
Durante los experimentos, los investigadores mostraron a 32 participantes imágenes especiales llamadas texforms, donde objetos y animales familiares – como sombreros o ranas – están distorsionados en diversos grados. Los voluntarios debían calificar su confianza y curiosidad sobre la identificación de cada texform.
Estas calificaciones se cruzaron con los escáneres fMRI, y se observó actividad notable en tres regiones: la corteza occipitotemporal (vinculada a la visión y reconocimiento de objetos), la corteza prefrontal ventromedial o vmPFC (que maneja percepciones de valor y confianza) y la corteza cingulada anterior (utilizada para la recolección de información).
La vmPFC parece actuar como un puente neurológico entre los niveles de certeza registrados por la corteza occipitotemporal y las sensaciones subjetivas de curiosidad, casi como un disparador que nos indica cuándo ser curiosos. Cuanto menos confiaban los voluntarios en identificar el sujeto de la imagen, más curiosidad sentían al respecto.
«Estos resultados iluminan cómo la entrada perceptual se transforma mediante representaciones neuronales sucesivas para finalmente evocar una sensación de curiosidad», escriben los investigadores en su artículo.
Importancia
Además del valor terapéutico potencial, los investigadores también quieren explorar cómo estos hallazgos podrían aplicarse a otros tipos de curiosidad más allá de la identificación de imágenes: curiosidad sobre trivialidades y hechos, por ejemplo, o curiosidad social sobre las actividades de los demás.
Parte de lo que hace que la investigación sea tan fascinante es que la curiosidad es una parte fundamental del ser humano, clave para nuestra supervivencia como especie. Sin ella, no somos tan buenos para aprender y absorber nueva información, y hay evidencia de que también impulsa la biodiversidad.
«La curiosidad tiene orígenes biológicos profundos», dice Gottlieb. «Lo que distingue la curiosidad humana es que nos impulsa a explorar mucho más ampliamente que otros animales, y a menudo solo porque queremos descubrir cosas, no porque estemos buscando una recompensa material o un beneficio de supervivencia».