Las personas que viven en ciudades muy contaminadas tienen mayor riesgo de sufrir un infarto repentino a causa de la exposición a partículas contaminantes.
Casos extrahopitalarios
A esta conclusión llegaron los investigadores de la Facultad de Medicina de Duke-NUS en la Universidad Nacional de Singapur tras un trabajo de 10 años en el que estudiaron más de 18 mil casos de infartos extrahospitalarios, es decir un ataque sufrido por alguien que no está internado.
El estudio, publicado en The Lancet, encontró una relación entre un porcentaje significativo de casos de infarto con la inhalación de partículas contaminantes en el aire. Estas partículas son tan pequeñas, unos 2,5 micrómetros de diámetro, que un cabello humano resulta ser 25 veces más grueso.
Debido a su tamaño son fácilmente aspiradas y absorbidas, y al estar tan concentradas en ciudades muy contaminadas como la de Singapur, las personas expuestas a este cuadro tienen una tasa de supervivencia crítica con altas probabilidades de sufrir un infarto repentino y no sobrevivir. Esto se observó en 492 casos documentados de paros cardíacos extrahospitalarios (OHCA por sus siglas en inglés).
La mala noticia
Pero esta no es la mala noticia. La calidad del aire va en franca caída con los años sobre todo en las ciudades más pobladas. En urbes así, las concentraciones de partículas promediaron 18,44 microgramos por metro cúbico de aire.
En otras palabras, sería como tragarse un gramo de basura micropulverizada cada día, basura que puede componerse de casi cualquier cosa, desde materia orgánica tóxica, microplásticos, hasta smog.
Es por esa mezcla diversa de componentes, que estas partículas han sido relacionadas con la incidencia de diversas dolencias, incluyendo las temidas enfermedades autoinmunes.
«Estos resultados dejan en claro que los esfuerzos para reducir los niveles de partículas de contaminación del aire en el rango de 2,5 microgramos o menos, y los pasos para protegerse contra la exposición a estas partículas, podrían desempeñar un papel en la reducción de los paros cardíacos repentinos en la población de Singapur, al tiempo que reducen la carga sobre los servicios de salud», indica el epidemiólogo Joel Aik.
La buena noticia
Si bien el panorama no se muestra alentador, disminuir el riesgo no requeriría medidas dignas de ciencia ficción. Una disminución de solo 3 microgramos de partículas en el aire representaría una caída del 30% de los casos de OHCA. Para Singapur, esto significa 149 infartos menos.
La mejora también podría ser rápida. Las evidencias presentadas sugieren que el riesgo de infartarse se redujo apenas después de 5 días de mejorar la calidad del aire que se respiraba. Al respecto, el médico Marcus Ong científico de la Escuela de Medicina de Duke–NUS exhorta a las autoridades a estimular las políticas y los esfuerzos básicos para gestionar las emisiones de fuentes clave capaces de aumentar la cantidad de micropartículas.
Estas nuevas intervenciones políticas, como la eliminación gradual de los vehículos con motor de combustión interna, nos ayudarán a reducir los peligros y el daño a nuestra salud.