Niños descubrieron hace 15 años el fósil de un pingüino gigante de piernas largas

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Niños descubrieron hace 15 años el fósil de un pingüino gigante de piernas largas

(Simone Giovanardi)

El descubrimiento de unos restos que realizaron niños en el 2006, ahora ha sido descrito como uno de los pingüinos gigantes más grandes de Nueva Zelanda.

Crecimiento descontrolado

Nueva Zelanda es uno de los rincones del mundo donde la biodiversidad es increíble. Es un refugio para organismos de todas las formas y colores que abundan entre los árboles, la hojarasca, las aguas… en todas partes. Además, en el pasado albergó las versiones más grandes de aves.

Por ejemplo, el hoy conocido como Squawk-zilla (Heracles inexpectatus), fue un loro que vivió hace 19 millones de años. Alcanzaba el metro de altura y, con sus 7 kilogramos de peso pasó a ser el loro más grande del mundo. También, hace 2 millones de años, fue el hogar del águila de Haast (Harpagornis moorei), un depredador con una envergadura  de 3 metros.

Nos queda claro, por lo tanto, que las aves en Nueva Zelanda crecían sin control. No debe extrañarnos, entonces, si a la lista se suma un pingüino gigante. Este, en contraste con el moderno Eudyptula minor (el adorable pingüino más pequeño del mundo que habita hoy el país) sobrepasó el metro y cuarenta centímetros de altura. 

(Giovanardi et al., Journal of Vertebrate Paleontology, 2021.)

Un día de excursión

Los restos de huesos del torso, la pierna y el brazo esta ave fueron descubiertos en el 2006 por unos niños que eran parte del Club Naturalista Junior de Hamilton. Ellos se encontraban de excursión en el puerto de Kawhia, en la isla norte de Nueva Zelanda. Uno de ellos, Steffan Safey, ahora adulto, comenta:

«Es un poco surrealista saber que el descubrimiento que hicimos cuando éramos niños hace tantos años está contribuyendo a la academia actual. ¡Y es una nueva especie, incluso! ¡Claramente el día que pasamos cortándolo de la piedra arenisca fue bien aprovechado!»

El paleontólogo de la Universidad de Massey, Simone Giovanardi, y sus colegas examinaron y describieron formalmente el hallazgo hallado dentro de una capa solidificada de lo que una vez fue limolita fangosa. Su nombre es Kairuku waewaeroa y vivió hace unos 30 millones de años.

«El pingüino es similar a los pingüinos gigantes Kairuku descritos por primera vez en Otago, pero tiene patas mucho más largas, que los investigadores usaron para llamar al pingüino waewaeroa (en māori, «patas largas»)», explicó el zoólogo Daniel Thomas de la Universidad de Massey.

«Estas patas más largas habrían hecho al pingüino mucho más alto que otros Kairuku mientras caminaba por tierra, quizás alrededor de 1,4 metros de altura, y pudieron influir en la rapidez del animal para nadar o en la profundidad a la que podía sumergirse«.

Espacio público libre de depredadores

Cuando Zealandia se separó de Gondwana hace 80 millones de años, quedó libre de mamíferos depredadores. Y al parecer, la selección natural tiene la costumbre de convertir a las aves en gigantes cuando están aisladas en un hábitat libre de depredadores. Estando en libertad y con abundantes recursos necesarios para sostener cuerpos más grandes, pudieron expandirse a nuevos nichos ecológicos, un fenómeno ecológico llamado liberación de mesodepredadores.

No solo eso, el fenómeno coincidió con su cambio para convertirse en buceadores no voladores; el vuelo también habría limitado su tamaño. Comparando el fósil con otras especies, Giovanardi y su equipo señalan que hubo una tendencia hacia patas más cortas en este grupo de pingüinos.

En su artículo publicado en Journal of Vertebrate Paleotology, los científicos explican que el cambio en la longitud del cuerpo puede disminuir la relación superficie/volumen del ave y el área de superficie para los parásitos, los cuales reducirían la resistencia para su desempeño bajo el agua.

«Kairuku waewaeroa es emblemático por muchas razones», explicó Thomas. “El pingüino fósil nos recuerda que compartimos Zealandia con linajes de animales increíbles que se remontan a lo más profundo del tiempo

Además, sucesos dentro de la ciencia como este hallazgo nos recuerdan la importancia de acercar a los niños a la ciencia, «a convertirse en kaitiaki (guardianes)» de la naturaleza.