Algún día muy lejano nuestro sol, como todo, morirá. Y, de acuerdo a una investigación, no lo hará pacíficamente: al final, el Sol producirá una ráfaga de luz masiva y expansiva llamada nebulosa planetaria. Los detalles del estudio donde se explica el acontecimiento fueron publicados en Nature Astronomy.
Hasta hace poco, esto se creía poco probable debido a que nuestra estrella está considerada como demasiado pequeña. Pero el nuevo modelo propuesto por un equipo internacional de investigadores, desafía esta noción demostrando que el Sol probablemente sea lo suficientemente grande como para generar una nebulosa planetaria que durará 10 mil años.
Muere una estrella
Cuando las estrellas mueren, primero se inflaman convirtiéndose en un objeto estelar llamado enana roja. Nuestro sol sufrirá el mismo destino en unos 5 mil millones de años expandiéndose hasta la órbita de Venus. “Se cerrará el telón para la Tierra en ese momento”, dijo Albert Zijlstra de la Universidad de Manchester, y miembro del equipo que vuelve a analizar el curso evolutivo del Sol.
Luego de inflamarse, si el núcleo de la estrella se calienta lo suficientemente rápido, (usualmente en unos 10 mil años), puede proporcionar suficiente calor para comenzar a ionizar el gas en la nube dispersa de escombros que se desprende del núcleo. Esto ocurre antes de que todo el material se pierda en el espacio exterior produciendo una nebulosa planetaria.
Pero hasta ahora, se había supuesto que los núcleos de estrellas moribundas solo producían suficiente calor para hacer esto si eran grandes. Por eso, nuestro sol no se calentaría lo suficientemente rápido para producir una nebulosa. “La suposición es que todo el polvo y el gas interestelar desaparecerían cuando se caliente lo suficiente como para ionizarlo”, dice Zijlstra.
El modelo
Sin embargo, el estudio sobre el destino de núcleos en estrellas moribundas sugiere que se calientan tres veces más rápido de lo que se pensaba. Zijlstra y sus colegas incluyeron estas trayectorias revisadas en su modelo. Predijeron que, después de todo, nuestro sol se calentaría lo suficientemente rápido como para producir una nebulosa planetaria. «Estamos justo en el límite, y si nuestro sol fuera una fracción menos grande, no sucedería», dice.
El modelo aplicado por los investigadores ayuda a resolver una antigua contradicción entre la teoría y la observación de las nebulosas planetarias en galaxias distantes. Además de revelar el resplandeciente final de nuestro astro, claro está.
Las galaxias elípticas son las más antiguas del universo, con todas sus estrellas más grandes ya quemadas, solo quedan las pequeñas y viejas. Según la teoría existente, estas deberían ser demasiado pequeñas para generar nebulosas planetarias, pero están ahí, desafiando a los astrónomos.
Por eso, el nuevo modelo resuelve esta incongruencia. Muestra que, al igual que nuestro sol, estas estrellas más viejas y más pequeñas producen calor lo suficientemente rápido como para generar nebulosas planetarias. «Nuestros hallazgos coinciden con lo que se ve en las galaxias antiguas, y explicamos el brillo muy bien», finaliza Zijlstra.