Científicos recuperan evidencia anatómica, molecular y conductual para mostrar que los insectos sienten dolor y tienen un sistema de respuesta similar al nuestro.
La percepción del dolor
Los insectos no son solo criaturas intuitivas sino que pueden ser tan perceptivas del dolor como nosotros, y cada vez hay más evidencia que confirma esta hipótesis.
Desde hace ya varios años se documenta evidencia de que los insectos evitan el contacto dañino y hasta experimentan dolor crónico, como es el caso de la mosca de la fruta. En el 2019 un experimento reveló que tras extirparle una pata, la mosquita pudo curarse pero su pata contralateral se volvió hipersensible.
Y así son varios ejemplos que nos van demostrando que las pequeñas criaturas que dominan nuestro mundo experimentan este tipo de percepción desagradable. La nocicepción es la capacidad del sistema nervioso de percibir estímulos poco placenteros como quemaduras, cortes o golpes, que desencadenan una respuesta fisiológica compleja y condiciona el comportamiento animal. Es así como experimentamos el dolor.
Pero detectarlo en otro grupo de animales no es tarea sencilla. No se trata simplemente de observar una reacción negativa sino que es necesario rastrear la sensación dolorosa con un sistema fisiológico complejo conectado a un cerebro e incluso a emociones.
Sistemas de respuesta
En mamíferos, los estudios muestran que la nocicepción y el dolor pueden regularse independientemente uno del otro. Además, se han identificado distintos sistemas para la regulación de cada uno. Sin embargo, en insectos estos sistemas aún no han sido identificados por completo.
«Un sello distintivo de la percepción del dolor humano es que puede ser modulado por señales nerviosas del cerebro», dice Matilda Gibbons, neurobióloga de la Universidad Queen Mary. «Los soldados a veces no se dan cuenta de las lesiones graves en el campo de batalla, ya que los propios opiáceos del cuerpo suprimen la señal nociceptiva.
Por lo tanto, nos preguntamos si el cerebro del insecto contiene los mecanismos nerviosos que harían plausible la experiencia de una percepción similar al dolor, en lugar de solo la nocicepción básica.»
Así, el grupo de Gibbons recurrió a la evidencia acumulada durante décadas para mostrar sus conclusiones en un comunicado publicado en Proceedings of The Royal Society B.
Evidencia científica
La literatura científica sugiere que este mecanismo sí está presente en los insectos. Aunque no poseen los genes de los receptores opioides, producen proteínas durante eventos traumáticos que tendrían el mismo propósito.
El comportamiento de los insectos sugiere que también tienen vías moleculares que suprimen las respuestas al contacto dañino, tanto para su sistema nervioso periférico como central.
Además, anatómicamente, tienen neuronas descendentes desde el cerebro hasta la zona del cordón nervioso de la reacción de defensa contra el contacto dañino.
Todos estos datos por sí solos quizá no sean evidencia definitiva, pero juntos parecen indicar que los insectos tienen un sistema para responder al dolor, similar al nuestro.
«Argumentamos que los insectos probablemente tienen un control nervioso central sobre la nocicepción, según la evidencia de la neurociencia anatómica, molecular y conductual», concluye el equipo en un comunicado. «Tal control es consistente con la existencia de la experiencia del dolor».