Los astrónomos llevan décadas hablando de tres tipos de agujeros negros.
Primero están los de masa estelar, entre 5 y 50 veces el tamaño del Sol. Son los más comunes.
Después vienen los supermasivos, que pesan millones o hasta miles de millones de veces más que el Sol. Viven en el centro de las galaxias.
Y por último, están los intermedios. Ni pequeños ni gigantes. Pero de estos casi no hay pruebas claras.
¿El problema? Los agujeros negros intermedios (IMBHs) son clave para entender cómo crecen los otros dos. Son como el “eslabón perdido” en la evolución de los agujeros negros.
Un grupo de científicos de la Universidad de Vanderbilt, liderado por Krystal Ruiz-Rocha y Anjali Yolkier, analizó datos viejos de LIGO y Virgo, dos observatorios de ondas gravitacionales.
Encontraron señales de colisiones entre agujeros negros de entre 100 y 300 masas solares. ¡Eso es enorme!
Esas colisiones serían las más grandes jamás detectadas. Y justo en el rango donde deberían estar los IMBHs.
El estudio fue publicado en The Astrophysical Journal Letters, y apoya la idea de que estos agujeros negros intermedios sí existen.
Karan Jani, otro de los autores, lo explica así: “Los agujeros negros son fósiles cósmicos. Esta nueva población podría revelar cómo nacieron las primeras estrellas del universo”.
El hallazgo emociona a la comunidad científica porque llena un vacío que llevaba años sin explicación.
Además, otro estudio relacionado muestra cómo la misión LISA, que la ESA y NASA lanzarán en los 2030s, podrá detectar estas fusiones años antes de que ocurran.
Eso significa que podremos seguir cómo dos agujeros negros se acercan poco a poco, girando entre sí hasta chocar. Como ver un accidente cósmico en cámara lenta.
Ruiz-Rocha dice que estos descubrimientos podrían convertir a los IMBHs en los objetos más interesantes para los detectores de ondas gravitacionales en la Tierra y el espacio.
Y eso no es todo: los científicos ya piensan en construir observatorios similares en la Luna.
NASA quiere montar un detector lunar como parte de su programa Artemis. Es una idea vieja, desde la época del Apolo, pero ahora podría hacerse realidad.
Para Jani, es una oportunidad única: combinar la exploración lunar con ciencia de frontera.
Y también para formar a una nueva generación de estudiantes que crecerán haciendo ciencia… desde la Luna.