Stonehenge es un lugar misterioso que ha fascinado a muchas personas a lo largo de la historia. Fue construido hace unos 4500 años, durante la Edad de Piedra, por los habitantes de Gran Bretaña, sin herramientas, ruedas ni caballos. Este monumento es solo una pequeña parte del sitio arqueológico completo, que comenzó como un cementerio y se transformó gradualmente con la construcción de estructuras como el círculo de piedras azules.
El debate
La función exacta de Stonehenge aún es un misterio. Algunos académicos creen que su diseño tenía como objetivo marcar el punto de inflexión de las estaciones, mientras que otros lo consideran un cronometrador o una «computadora neolítica» utilizada para dividir el año en eventos. El arqueólogo Tim Darvill sustentó que funcionaba como un «calendario perpetuo» basado en un año solar equivalente a 365,25 días.
Sin embargo, esta hipótesis ha sido criticada por el matemático Giulio Magli y el astrónomo Juan Antonio Belmonte, quienes argumentan que se basa en «interpretaciones forzadas, numerología y analogías sin fundamento con otras culturas».
Lo que consideramos Stonehenge es en realidad una pequeña parte de la arqueología total del sitio. Mucho antes de que se colocaran las famosas piedras, fue un importante cementerio. Desde alrededor del año 3000 a.C., una serie de construcciones transformaron gradualmente la llanura. Se cavó un gran montículo y se trajeron piedras de un sitio a 230 kilómetros al oeste para crear lo que ahora se conoce como el círculo de piedras azules.
Alrededor y dentro de este se alza la estructura más característica de Stonehenge: los megalitos sarsen, hechos de roca local rica en sílice arrastrados desde una cantera a 25 kilómetros.
Dado que todas estas piedras sarsen provienen de la misma fuente, es probable que se hayan juntado al mismo tiempo. Esto hizo pensar a Darvill que estaban destinadas a funcionar como una sola unidad. Luego de un análisis numerológico, concluyó que el cronometraje que daba sentido a Stonehenge se basaba en el calendario civil egipcio.
¿Pseudociencia?
Magli y Belmonte han criticado al razonamiento basado en numerología y arqueoastronomía como una pseudociencia numerológica para darle sentido a una hipótesis. Sugieren que es poco probable que la estructura en sí haya sido lo suficientemente precisa como para distinguir cambios sutiles en el movimiento diario del Sol.
Aunque las alineaciones solares podrían haber desempeñado un papel en el anclaje de fechas lunares significativas, determinar estas alineaciones requeriría un trabajo manual bastante preciso.
Los autores afirman que el número crítico 12 utilizado por Darvill para multiplicar el número de dinteles no se refleja en ninguna parte de la estructura de Stonehenge, y hay otros números en la estructura que parecen ser convenientemente ignorados.
La piedra angular de la ciencia
En cuanto a los orígenes egipcios del calendario (y las mejoras), es una especulación que necesitaría pruebas bastante convincentes. Ya se ha probado que los egipcios no construyeron nada que pudiera marcar los días con tanta precisión, y ni siquiera consideraron cómo contabilizar un año bisiesto durante al menos otros 2000 años.
Es más probable que, como la mayoría de las culturas neolíticas, los constructores de Stonehenge se hayan adherido a un calendario lunar. Aunque Darvill podría tener respuestas valiosas a estas críticas, es importante recordar que el debate es la piedra angular de la ciencia y es necesario cuestionar todas las hipótesis.
«¡Evidentemente, Stonehenge no es un dispositivo de este tipo!», concluyen los autores en su artículo.