Tal como el hongo que parasita hormigas y dirige sus cuerpos para poder reproducirse, un virus se apodera de orugas conduciéndolas hacia su muerte para propagarse hacia más víctimas.
Los protagonistas de este capítulo de naturaleza siniestra son el virus HearNPV (un nucleopoliedrovirus, NPV) y las orugas del gusano cogollero del algodón (Helicoverpa armigera).
Desde hace siglos se ha observado que los NPV conducen a sus anfitriones a la parte superior de las plantas antes de morir. Esto significa alterar el comportamiento del insecto, pues las orugas, normalmente, se esconden en la tierra para convertirse en pupas.
No es nada nuevo, es algo que ocurre desde hace cientos de millones de años, y una nueva investigación arroja algo de luz sobre cómo sucede exactamente. El concepto detrás de este fenómeno se llama fototaxis, una habilidad que tienen algunos organismos para realizar movimientos orientados en respuesta a la intensidad de la luz. Cuando un organismo es infectado, decimos que padece la «enfermedad de la copa de los árboles«.
«Aquí, ilustramos cómo HearNPV induce una fototaxis mejorada en las larvas de H. armigera al secuestrar la percepción visual del huésped. Esto desencadena un comportamiento de escalada, haciendo que las larvas infectadas mueran a una altura elevada«.
Dirigirse hacia la luz
Este estudio confirma sugerencias previas de que las orugas se dirigen a la luz, científicamente hablando. Los investigadores usaron luces LED, tubos de vidrio y mallas para trepar y comprobaron que los insectos con el virus terminaban muertos en la parte superior de la malla. Además, cuanto más alta era la luz, más alto subían.
Otra anotación importante en este experimento es que las orugas ciegas no fueron afectadas por HearNPV.
No se sabe cómo esto ayuda al virus, pero se sugiere que le da más oportunidades de propagarse, ya sea que lo lleve el viento o se lo trague un depredador de la oruga.
«Dado que la luz del Sol brilla sobre las plantas desde arriba, la fototaxis positiva es probablemente un mecanismo confiable para garantizar que las larvas infectadas mueran a gran altura en las plantas huésped».
Genes involucrados
Los autores observaron las diferencias genéticas entre las orugas infectadas y las no infectadas. Encontraron seis genes involucrados en la respuesta a la luz que se expresaron de manera diferente cuando el virus HearNPV se había afianzado. De los seis, identificaron tres que parecen ser los más relevantes.
Se trata del HaBL, que sirve para detectar luz de onda corta; HaLW, que detecta luz de onda larga; y, TRPL, que convierte la luz en señales eléctricas.
Cuando se eliminaron estos genes en las orugas infectadas, era menos probable que los insectos se sintieran atraídos por la fuente de luz local o treparan para morir a la luz del Sol.
Con toda esta información, podemos decir que estos nucleopoliedrovirus se valen de la afinidad natural de los insectos por la luz y la utilizan contra ellos.
Ahora sabemos que el virus conduce a las orugas hacia la luz, gracias a tres genes involucrados en la respuesta a la luz. Pero, cómo el virus interactúa con los genes y qué les hace, son preguntas aún sin respuesta. Se espera que las siguientes investigaciones intenten responderlas.