La constante alteración de los sistemas biológicos conduce a la pérdida de especies a un ritmo vertiginoso. La pérdida de hábitat, la sobrepesca, la caza furtiva, el calentamiento global y la contaminación, ponen a todas las especies en peligro. En ese sentido, es imperativo conocer cuáles son las especies más propensas a la extinción.
«Ciertas combinaciones de rasgos de historia de vida y tasas demográficas pueden hacer que una población sea más propensa a la extinción que otras», explica Haydee Hernández-Yanez del Centro de Investigación Climática Woodwell.
Rasgos demográficos
Hasta la fecha, muy pocos estudios se han enfocado en predecir cuáles son las especies más vulnerables, a una escala global o usando datos del mundo real. Ahora, un grupo de investigadores ha intentado incorporar más información. Hernández-Yanez y sus colegas han realizado un estudio, publicado en PLOS One, en el que identifican rasgos comunes entre plantas, aves y mamíferos en riesgo de desaparecer.
Tras cotejar sus datos con la Lista Roja de la UICN, los resultados fueron inesperados.
«A pesar de nuestra muestra relativamente pequeña de especies (159), encontramos que las especies con ciertos patrones demográficos corren más riesgo de extinción que otras, y que los predictores importantes diferían entre los grupos taxonómicos».
El equipo explica que los mamíferos con períodos generacionales más prolongados corren mayor riesgo de extinción. Suena lógico ya que mientras más tarden en madurar y reproducirse, más difícil les resultará adaptarse a los rápidos cambios ambientales. Algo mucho más complicado para los mamíferos grandes que se reproducen una sola vez en su vida.
Sin embargo, las aves que se reproducen con frecuencia y crecen rápido, desde polluelos hasta adultos maduros, tampoco la tienen fácil. Estas son más vulnerables a la extinción, lo cual fue algo inesperado.
Pérdida incalculable
Los resultados se oponen a análisis previos que colocan en la etiqueta de mayor vulnerabilidad a las aves con nidadas más pequeñas. Estos datos no son necesariamente excluyentes, sino que evidencian la gran cantidad de formas en que se puede medir la reproducción.
Con respecto a las especies del reino vegetal, perennes herbáceas de tallo blando, del tipo que mueren antes del invierno y florecen en primavera y verano, tienen más probabilidades de perecer si maduran temprano. En el caso de los árboles leñosos en peligro de extinción, no se han observado patrones claros.
No obstante, los investigadores alertan que no todas las especies en peligro se encuentran en la lista de la UICN. De hecho, casi 350 especies de plantas herbáceas analizadas en el estudio actual no estaban enlistadas.
Considerando esto, los autores continúan analizando qué rasgos ponen a las plantas y animales en mayor riesgo. Una mejor comprensión de esto será de ayuda para los esfuerzos de conservación.
Los aportes de Hernandez-Yanez, Judy Che-Castaldo y Su Yeon Kim, son valiosísimos para evaluar qué especies son más o menos vulnerables a la extinción, sobre todo cuando faltan datos de abundancia.