Hace 65 millones de años empezó la era Cenozoica, conocida como la Edad de los mamíferos, ya que fueron estos quienes conquistaron el planeta tras la desaparición de los dinosaurios. Pero no eran como los que conocemos hoy en día. Eran bestias gigantescas que formaron parte de lo que se conoce como «megafauna«. Durante millones de años, caminaron por la Tierra versiones gigantes de los perezosos, rinocerontes, hipopótamos o armadillos modernos. Muchos, desde Eurasia, conquistaron América y, hoy un nuevo estudio genético, revela pistas sobre aquel evento.
De Eurasia a América
La investigación ha sido publicada en Molecular Ecology y estuvo a cargo de especialistas de la Universidad de Adelaide, quienes secuenciaron el ADN mitocondrial de dos especies de mamíferos. Se trata de un felino extinto estrechamente relacionado con el león, llamado «león de las cavernas» (Panthera spelaea)y, el oso pardo (Ursus arctos). Ambos, se dispersaron desde Eurasia hacia América del Norte durante el Pleistoceno.
Sus resultados revelan una sincronicidad sorprendente en la dinámica de la población de los leones y osos pardos, con múltiples ondas de dispersión a través del estrecho de Bering.
«Los patrones compartidos de dispersión entre leones y osos se corresponden con la presencia del Puente Terrestre de Bering que conectaba Siberia y Alaska durante las edades de hielo», señala el Dr. Alexander Salis.
Las historias evolutivas de estos dos animales subrayan el papel biogeográfico del Puente Terrestre de Bering en la distribución, renovación y mantenimiento de las poblaciones de megafauna en América del Norte.
“El Puente estuvo periódicamente expuesto e inundado por los cambios en el nivel del mar durante las últimas eras glaciales. Esto permitió la dispersión intermitente de animales y personas entre continentes y cambió la composición de la fauna. Si bien muchos podrían pensar que las especies llegan a una región y se quedan, mostramos que el pasado fue mucho más dinámico. Múltiples olas de dispersión y extinciones locales en este caso, tuvieron lugar y moldearon los territorios.”
Ni el frío, ni los humanos
El Dr. Kieren Mitchell, aclara un error común al explicar que los ecosistemas no tienden a permanecer estables a lo largo de miles o millones de años, como suele pensarse.
«Como ilustra nuestro estudio del registro fósil, ese no es necesariamente el caso. Investigaciones anteriores han demostrado que los osos pardos desaparecieron de algunas partes de América del Norte durante miles de años antes de la última Edad de Hielo. Más tarde reaparecieron, caminando de Siberia a Alaska a través del puente de tierra de Bering, posiblemente al mismo tiempo que la gente cruzaba el puente hacia América del Norte también».
No sabemos porqué ocurrió pero el nuevo trabajo contribuye a nuestra comprensión. Los leones de las cavernas, según los análisis recientes, habrían pasado por lo mismo que los osos pardos y casi al mismo tiempo.
No hay evidencia de que las personas hayan causado estas desapariciones temporales, y las frías condiciones de la Edad de Hielo no fueron las culpables. «En cambio, parece una pistola humeante que apunta a algún tipo de cambio en su ecosistema«, dice Mitchell.
El calor y las plantas
El estudio apunta al cambio de vegetación como causante de las desapariciones, específicamente en Alaska y el Territorio de Yukon. Las temperaturas cálidas antes de la Edad de Hielo habrían causado un cambio en la abundancia de diferentes tipos de plantas. Esto tuvo efectos en cadena sobre los herbívoros y luego sobre sus depredadores, como osos y leones.
Las temperaturas más frías que condujeron a la Edad del Hielo pudieron revertir este cambio, permitiendo que el área fuera más habitable para los herbívoros y, a su vez, sus depredadores.
“En general, estos hallazgos demuestran cuán cambiantes han sido los ecosistemas del pasado, y también cómo la abundancia de diferentes especies puede ser muy sensible a los cambios en el clima”.