Nuevo estudio revela la razón biomecánica por la cual las muelas del juicio tardan en emerger

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Nuevo estudio revela la razón biomecánica por la cual las muelas del juicio tardan en emerger

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Nuevo estudio parece develar la razón por la cual los últimos molares tardan tanto en emerger.

Los humanos maduramos lentamente

Las famosas -y dolorosas- muelas del juicio son los últimos molares en aparecer y generalmente erupcionan entre los 16 y 20 años, aunque puede ser antes o después. Sabemos que el ser humano es una especie animal a la que la madurez le llega tarde y eso aplica en muchos aspectos, como en el caso de los molares. ¿Por qué nuestros últimos dientes no salen sino hasta que hemos alcanzado la madurez sexual? Es un misterio difícil de resolver, pero un nuevo estudio publicado en Science Advances nos brinda importantes pistas.

«Uno de los misterios del desarrollo biológico humano es cómo se produjo la sincronía precisa entre la emergencia de los molares y la historia de vida y cómo se regula«, dice la antropóloga y autora principal, Halszka Glowacka, de la Universidad de Arizona.

La aparición de las muelas del juicio juega un papel crítico en nuestra evolución; por ello, el equipo reunió ejemplos de diferentes cráneos para comparar su desarrollo. Los dientes que usamos para triturar la comida emergen de nuestras encías en tres etapas: alrededor de los 6, 12 y 18 años de edad. Otros primates obtienen sus molares adultos antes; por ejemplo, el chimpancé (Pan troglodytes) obtiene sus molares a los 3, 6 y 12 años.

Caras planas

Cuando el equipo convirtió los huesos y dientes de 21 especies de primates en modelos 3D, notó que la sincronización de los molares adultos tiene mucho que ver con la biomecánica de nuestros cráneos durante el crecimiento. Aquí, un factor importante es el espacio disponible: si la mandíbula no es lo suficientemente grande para un conjunto dental de tamaño adulto, no tiene sentido que crezcan apretados.

Sin embargo, esto no explica completamente por qué aparecen a una edad tan avanzada y menos por qué cuando aparecen causan tantos problemas que sería mejor si no estuvieran.

La nueva evidencia apunta a que la razón es la seguridad que aportan para triturar la comida eficientemente y de manera segura. De acuerdo a Gary Schwartz, coautor del estudio:

«Resulta que nuestras mandíbulas crecen muy lentamente y, en combinación con nuestras caras cortas, retrasa la disponibilidad de un espacio mecánicamente seguro (o un ‘punto óptimo’, si se quiere), lo que resulta en edades muy tardías para la emergencia de los molares «.

Bisagras y pivotes

Los molares posteriores de los primates se encuentran justo enfrente de dos articulaciones temporomandibulares, que forman una bisagra entre la mandíbula y el cráneo. A diferencia de otras articulaciones de nuestro cuerpo, las dos deben funcionar en perfecta sincronización entre sí. También aportan cierta fuerza a uno o más puntos para que podamos morder y masticar.

Esto representa un modelo que en biomecánica se llama nivel restringido. Si un elemento de estos, como un diente, no está en la posición correcta, podría ocasionar serios problemas en el modelo mecánico. Si este fuera el caso, nuestra mandíbula no nos serviría adecuadamente para triturar los alimentos.

Este problema no lo presentan especies con mandíbulas más largas. El cráneo de estos animales tarda muy poco tiempo en desarrollar una estructura adecuada para los dientes que se posicionan cerca los músculos de la articulación. En contraste, nosotros debemos esperar a que nuestros cráneos se desarrollen hasta que las fuerzas aplicadas a cada juego de molares adultos no dañen nuestra mandíbula en crecimiento.

«Este estudio proporciona una nueva y poderosa lente a través de la cual se observan los vínculos conocidos desde hace mucho tiempo entre el desarrollo dental, el crecimiento del cráneo y los perfiles de maduración«, afirmó Glowacka.