Un microbio diminuto que vive feliz en los lagos de sal más extremos de la Tierra acaba de sorprender a los científicos: puede volverse multicelular cuando se encuentra bajo presión.
El hallazgo lo hizo un equipo internacional liderado por Theopi Rados, de la Universidad de Brandeis, y publicaron todo en la revista Cell Biology.
El protagonista es Haloferax volcanii, un arqueón que parece bacteria pero tiene más en común con nosotros, los eucariotas. Y sí, normalmente la multicelularidad es rara en los microbios como este.
Ya sabíamos que H. volcanii era un experto en cambiar de forma para sobrevivir en lugares brutales como el Mar Muerto o el Gran Lago Salado.
Pero ahora vimos algo nuevo: cuando su capa exterior se estira por fuerza física, este microorganismo no solo cambia de forma, sino que se convierte en tejido multicelular.
Todo empezó cuando Rados puso una sola célula de H. volcanii bajo una almohadilla de gel que aplicaba una ligera presión, unos 10 kPa, como estar a un metro bajo agua.
En dos horas y media, la célula se aplastó, incluso antes de clonarse. Pero eso era solo el principio del espectáculo.
Después, los investigadores aumentaron la presión a más de 100 kPa, como estar a diez metros bajo el mar, y el microbio mostró su verdadera magia.
Bajo esa presión, no solo se aplanó, sino que en 12 horas sus células crecieron y se fusionaron, formando una especie de tejido, parecido al de organismos multicelulares.
La clave parece estar en su superficie flexible. En lugar de una pared celular rígida como las plantas, tiene una capa proteica blanda, parecida a las membranas de los animales.
Según Alex Bisson, otro biólogo de Brandeis, esta flexibilidad hace que los arqueones sean «más blanditos» y sensibles a las fuerzas mecánicas.
Bisson lo explica de forma sencilla: es como si las células se aplastaran y después empezaran a crecer hacia los lados y hacia arriba, como una masa de pan fermentando.
El tejido que se forma es distinto al microbio solitario. Tiene elasticidad entre células, algo que normalmente solo vemos en organismos animales.
Además, el microbio organiza dos tipos de células: unas planas en el borde y otras más altas, llamadas células escutoides, en el centro.
Estas células escutoides son famosas en nuestros cuerpos, en tejidos como la piel y el intestino, donde ayudan a repartir mejor la tensión de las membranas.

Ver esta forma en un organismo tan antiguo sugiere que los escutoides podrían ser mucho más antiguos de lo que pensábamos. Quizás son básicos para la multicelularidad.
Bisson dice que este descubrimiento muestra que la naturaleza puede crear cosas complejas incluso partiendo de materiales muy simples.
Así que ahora sabemos que un pequeño arqueón, viviendo en condiciones extremas, puede enseñarnos mucho sobre los orígenes de la vida multicelular. Increíble, ¿no?