Las bebidas azucaradas, como refrescos y bebidas energéticas, están diseñadas para ser irresistibles. Suelen contener grandes cantidades de edulcorantes que estimulan los centros de placer del cerebro, pero este placer tiene un alto costo para la salud.
Estas bebidas ofrecen poco valor nutricional y su consumo frecuente se asocia con un mayor riesgo de caries, obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. Según un estudio publicado en Nature Medicine, se atribuyen a estas bebidas 1.2 millones de nuevos casos de enfermedades cardíacas y 2.2 millones de casos de diabetes tipo 2 cada año en todo el mundo.
Aunque en algunos países desarrollados el consumo ha disminuido, las bebidas azucaradas siguen siendo una amenaza para la salud pública, especialmente en países en desarrollo. Allí, su comercialización es intensa y muchas comunidades carecen de los recursos para enfrentar las consecuencias a largo plazo.
El problema es particularmente grave en países como México, donde casi un tercio de los nuevos casos de diabetes están vinculados a estas bebidas. En Colombia, representan casi la mitad de los nuevos casos, mientras que en Sudáfrica, el 28% de los casos de diabetes y el 15% de las enfermedades cardíacas también se relacionan con su consumo.
El estudio define bebidas azucaradas como aquellas con azúcares añadidos y al menos 50 kilocalorías por cada 8 onzas. Esto incluye refrescos, bebidas energéticas y ponches, pero excluye jugos 100% naturales y bebidas acaloradas artificialmente, aunque estas también pueden ser problemáticas si se consumen en exceso.
Los datos del estudio provienen de encuestas que abarcan a 2.9 millones de personas en 118 países. Los resultados son alarmantes: cada año, estas bebidas están asociadas con 80 000 muertes por diabetes tipo 2 y 258 000 por enfermedades cardiovasculares.
Los investigadores destacan que el cuerpo digiere rápidamente estas bebidas, lo que eleva los niveles de azúcar en sangre y puede desencadenar resistencia a la insulina, aumento de peso y problemas metabólicos. A pesar de que la conciencia sobre estos riesgos está creciendo, aún no es suficiente.
El estudio subraya la urgencia de implementar medidas basadas en evidencia para reducir su consumo, especialmente en regiones donde el impacto es más severo. Controlar esta epidemia podría salvar millones de vidas y prevenir los efectos devastadores de las enfermedades relacionadas con estas bebidas.