A raíz de los recientes eventos, el horror de una guerra nuclear no sería del todo imposible. Sin embargo, los impactos de un holocausto nuclear no golpearía a todos los países por igual. De acuerdo con un estudio publicado en Nature Food, hay una nación que sería la menos afectada en términos de producción de comida: Australia.
Si estallara una guerra nuclear, las explosiones arrojarían polvo y hollín cubriendo la atmósfera de la Tierra. A su vez, esta oscuridad tendría un significativo impacto en la agricultura.
Un grupo internacional de científicos decidió analizar los datos más recientes sobre el rendimiento de los cultivos y recursos pesqueros. Propusieron seis escenarios de lo que podríamos esperar de los suministros de alimentos después de un conflicto nuclear en rápida escalada.
Hambre
Los investigadores utilizaron el Modelo del Sistema Terrestre Comunitario del Centro Nacional para la Investigación Atmosférica para predecir cómo podrían cambiar los patrones climáticos luego del extra de hollín y polvo.
Además, estimaron cómo reaccionarían los rendimientos de los cultivos y las reservas marinas a los distintos cambios. Las variaciones en la temperatura de la superficie, la luz directa y difusa y la precipitación causarían una crisis de escasez de calorías. Consecuentemente habría una alta mortalidad en el planeta.
El equipo consideró un bombardeo nuclear relativamente menor que involucre alrededor de 100 detonaciones (como uno entre India y Pakistán). Este hecho arrojaría a la atmósfera 5 millones de toneladas métricas de partículas. A modo de comparación, los incendios forestales en California en 2017 emitieron hasta 1 millón de toneladas métricas.
En consecuencia, la mayoría tendría acceso a un 8% menos de calorías: hasta 255 millones de personas morirían de hambre en los años siguientes. Irónicamente, los ajustes en la forma en que nos alimentamos podrían incluso llevar a algunas comunidades a acumular comida.
Por otro lado, una guerra total entre Rusia y EEUU agregaría 150 millones de toneladas métricas de polvo a la atmósfera de nuestro planeta. Los resultados implicarían privar al mundo de las tres cuartas partes de sus calorías. Sería una hambruna lenta para 5 mil millones de personas en todo el mundo.
Impacto desigual
Pero el impacto no se distribuiría igual. En un escenario donde 250 explosiones nucleares arrojan 27 millones de toneladas métricas de material al aire, las latitudes altas en el hemisferio norte verían una caída de más del 50% en las calorías cosechadas y alrededor del 20% al 30% de disminución en las reservas de pesca.
Para las naciones más cercanas al ecuador, la reducción promedio de calorías sería inferior al 10%. Y para las otras dos, el impacto sería incluso menor. Sin un comercio internacional que complemente su dieta, la población de Australia aún podría obtener al menos la mitad de sus calorías del trigo.
Las simulaciones encontraron que el trigo australiano experimentaría una caída mínima en el rendimiento, o tal vez incluso una ligera ganancia. Asimismo, el suministro de alimentos de Nueva Zelanda enfrentaría un impacto menor que el de las naciones que dependen de cultivos como el arroz.
Como es de esperarse en escenarios tan complejos, las cosas no quedarían ahí. Por ejemplo, las dos islas muy probablemente sufrirían migraciones desde Asia. Aun así, el presente estudio es un útil ejercicio de lo que pasaría en un escenario que esperamos, jamás ocurra.