La nutrigenómica se enfoca en comprender cómo los alimentos afectan nuestro genoma. Si el nombre de esta disciplina no te suena, no te preocupes, pues está aún en crecimiento. Se basa en las interacciones de los componentes de los alimentos con los genes y su influencia en el bienestar, el riesgo de enfermedades e incluso la longevidad.
Interruptores genéticos
No nos hemos tardado mucho en darnos cuenta que nuestras comidas tienen un efecto epigenético, alterando componentes de nuestro genoma. Y, dada la estrecha relación de los organismos vivos con sus alimentos, es pertinente pensar que la nutrigenómica es una disciplina en potencia.
Los alimentos que consumimos están formados por macronutrientes, como los carbohidratos y las proteínas; y micronutrientes, como vitaminas y minerales. Estos compuestos y sus productos de descomposición pueden desencadenar cambios genéticos, al activar o desactivar «interruptores» en el ADN. Es decir, algunas sustancias pueden promover a través del genoma la producción de ciertos elementos.
Por ejemplo, en las colmenas, la jalea real contiene compuestos que activan los controladores genéticos para formar los órganos de la reina y mantener su capacidad reproductiva.
En humanos y ratones, se sabe que los subproductos del aminoácido metionina, que abundan en la carne y el pescado, influyen en los diales genéticos que son importantes para el crecimiento y la división celular. Por otro lado, la vitamina C juega un papel en mantenernos saludables al proteger el genoma del daño oxidativo y, promueve la función de las vías celulares que son capaces de reparar el genoma si se daña.
Es más, esta capacidad de los alimentos en ocasiones llega a vencer las barreras generacionales. Así, la dieta de los abuelos influye en la actividad de los interruptores genéticos y en el riesgo de enfermedad y mortalidad de los nietos.
Nutrientes y químicos añadidos
La comida de igual manera puede alterar el flujo de información genética dentro de las células. Los panes y cereales están enriquecidos con folato para prevenir los defectos de nacimiento causados por las deficiencias de este nutriente. Pero algunos científicos plantean la hipótesis de que los altos niveles de folato en ausencia de otros micronutrientes naturales como la vitamina B-12 podrían contribuir a una mayor incidencia de cáncer de colon, al afectar las vías genéticas que controlan el crecimiento.
Sin embargo, no solo los componentes moleculares de los alimentos, como aminoácidos y vitaminas, afectarían al genoma, sino también los productos químicos adicionados en la industria alimentaria.
El bisfenol A, o BPA, presente el plástico, afecta a los genes fundamentales para el desarrollo, el crecimiento y la fertilidad. Aunque no está claro cómo, parece ser que el BPA influye en la edad de la diferenciación sexual y reduce la fertilidad.
Monica Dus, bióloga molecular de la Universidad de Michigan, señala que aún hay mucho por comprender sobre cómo actúan los nutrientes sobre los genes y aunque se han realizado avances, es pertinente mencionar que, muchos de los estudios solo han utilizado modelos animales.
«De todo ello, está claro que probablemente desentrañar los misterios de la nutrigenómica empoderará a las sociedades y generaciones presentes y futuras».