Los traumas de la niñez se cargan como una pesada mochila a lo largo de la vida, como una sombra que persigue a la persona. Además de las consecuencias psicológicas y en el comportamiento, el daño trasciende al dolor físico y agotador. Las consecuencias físicas son reales y nunca son culpa de la víctima.
Para conocer si la exposición al abuso emocional, sexual o físico durante la niñez se asocia con el desarrollo de, particularmente, la esclerosis múltiple (EM), un equipo de investigadores realizó un estudio con 78 mil mujeres noruegas.
El desarrollo de las enfermedades autoinmunes
No hay duda de que el estrés crónico está relacionado con una salud mental y física deficiente. Los eventos estresantes de la vida pueden desencadenar brotes de enfermedades como la EM, una enfermedad autoinmune que afecta al cerebro y médula espinal.
Como muchas otras enfermedades autoinmunes, la esclerosis múltiple es difícil de diagnosticar, pues sus síntomas a menudo se confunden con otras dolencias. De hecho, los síntomas, la gravedad y la duración varían según la persona.
En la década pasada, médicos colocaron sobre la mesa evidencia de que al menos 21 enfermedades autoinmunes pueden desarrollarse luego del abuso infantil.
En el más reciente estudio, los investigadores cruzaron datos de un análisis nacional noruego que hizo un seguimiento de mujeres embarazadas de 1999 a 2018 con registros hospitalarios y un registro nacional de diagnósticos de EM.
De las más de 70 mil historias analizadas, 300 correspondían a mujeres con esclerosis múltiple. Setenta y uno de estas (24 %) informaron antecedentes de abuso infantil, en comparación con las otras 14 406 expuestas a abuso infantil pero que no desarrollaron la enfermedad.
El vínculo entre el trauma y la EM fue más pronunciado entre las mujeres que habían experimentado abuso sexual (65% de riesgo elevado de desarrollar esclerosis múltiple) y en aquellas expuestas a más de un tipo de trauma (entre 66 y 93% de riesgo elevado).
Inflamación
No obstante, los investigadores explican que habría una susceptibilidad subyacente a la afección, ya sea por factores genéticos o de estilo de vida. Es decir, el trauma podría sobreestimular la respuesta del cuerpo al estrés o alterar el sistema inmunitario. Esto conduce al cuerpo a un estado elevado de estrés crónico e inflamación y luego a la enfermedad.
La inflamación es una respuesta fisiológica de defensa que ocurre cuando un tejido se ve expuesto a algún daño. Muchas otras dolencias vinculadas al trauma infantil implican inflamación, como enfermedades cardíacas, diabetes, depresión y obesidad.
Los resultados del último cohorte no indican que el trauma infantil desencadenará en esclerosis en la juventud o adultez. Para esta enfermedad discapacitante existen, también, otros desencadenantes: dietas de alimentos ultraprocesados, la genética, infecciones virales, la contaminación ambiental, etc.
No obstante, durante la niñez y adolescencia, somos más susceptibles a la posibilidad de desarrollar esclerosis múltiple.
«Algunos de los factores de riesgo ambientales más constantes para la EM, como niveles bajos de vitamina D, la baja exposición al Sol, la infección por el virus de Epstein-Barr y la obesidad, parecen tener períodos críticos de susceptibilidad a la EM en la infancia y, en particular, en la adolescencia».
Es importante tener en cuenta que estos estudios, por más grandes que sean, solo pueden señalar asociaciones entre las circunstancias de la vida temprana y la enfermedad. Aun así, una mayor conciencia entre los profesionales médicos sobre los efectos dominó del trauma infantil podría marcar una gran diferencia en la vida de las personas.