Un bosque no es el paisaje silencioso que solemos imaginar cuando cesan los sonidos de los grillos, ranas y aves. A pesar de ser inaudibles para nosotros, se despliega una sinfonía de sonidos que conecta a las plantas y los hongos.
En marzo, se publicó un estudio que revela cómo las plantas responden al peligro, generando una cascada de chasquidos eléctricos en frecuencias ultrasónicas que escapan a nuestra percepción. Dos meses después, científicos japoneses publicaron otra investigación mostrando las «conversaciones» subterráneas entre los hongos mediante señales eléctricas.
Un pequeño hongo en el camino
En particular, estudiaron los hongos Laccaria bicolor, encontrados en el suelo de un bosque mixto secundario en el Centro de Ciencias del Campo Kawatabi de la Universidad de Tohoku. Este es un hongo ectomicorrícico que establece una relación simbiótica con las raíces de ciertas plantas, como robles y pinos. Mediante esta relación, proporciona agua y nutrientes a cambio de carbohidratos.
Los hongos micorrízicos penetran las paredes celulares de sus plantas hospedantes. Por otro lado, los hongos ectomicorrícicos, como L. bicolor, establecen una red de hifas alrededor de las raíces de los árboles, creando «canales» subterráneos.
Cuando estas hifas se entrelazan bajo tierra, forman sistemas interconectados llamados redes micorrícicas, que actúan como una suerte de «red de madera». Así, los bosques enteros se mantienen comunicados mediante señales químicas entre los hongos y los árboles.
Nuevos signos de actividad
Investigaciones previas han evidenciado el potencial eléctrico en hongos, a veces en respuesta al agua u otros estímulos. Sin embargo, la mayoría de los estudios se han centrado en tipos limitados de hongos cultivados en medios artificiales o recolectados del campo y luego tratados en condiciones de laboratorio.
En la nueva investigación, publicada en Fungal Ecology, los autores colocaron electrodos en un grupo de seis hongos L. bicolor que encontraron creciendo junto a un sendero forestal. Durante aproximadamente dos días, a finales de septiembre y principios de octubre de 2021, monitorearon el potencial eléctrico de los hongos, medido en milivoltios (mV).
Informan que, inicialmente, el sitio de estudio estaba soleado y seco, habiendo recibido poca lluvia en los doce días anteriores. No obstante, eso cambió el 1 de octubre, cuando el tifón Mindulle trajo consigo 32 milímetros de lluvia. Una o dos horas después de la precipitación, los hongos comenzaron a mostrar nuevos signos de actividad.
«Al principio, los hongos exhibieron un menor potencial eléctrico, y atribuimos esto a la falta de precipitaciones», señala el ecologista microbiano Yu Fukasawa de la Universidad de Tohoku. «Pero luego de la lluvia, el potencial eléctrico comenzó a fluctuar, llegando en ocasiones a superar los 100 mV».
Fukasawa y sus colegas encontraron una correlación entre estas fluctuaciones y los cambios en la precipitación y la temperatura. Esto sugiere que la señal eléctrica después de la lluvia es evidencia del transporte de señales entre los hongos. Además, comentan que este transporte de señales fue especialmente pronunciado entre los hongos más cercanos en el suelo del bosque, mostrando una dirección específica.
Aunque este nuevo estudio está lejos de ser definitivo, «agrega otra pieza intrigante al rompecabezas sobre el papel que desempeñan los hongos en los ecosistemas y que a menudo pasan desapercibidos».