Los humanos somos elementos importantes en los sistemas vivos, y nuestros cuerpos sirven de ecosistemas para otros organismos diminutos; no los vemos pero están ahí. Durante miles de años de evolución hemos aprendido a entablar una relación especial con los tipos de bacterias que nos habitan. Sin embargo, no hemos sido conscientes de que les brindamos techo y comida, y que ellas a cambio producen sustancias que nos protegen y benefician a nuestro metabolismo.
Ahora sabemos que las bacterias intestinales, y también levaduras, desempeñan un papel importante en la lucha contra la diabetes, la depresión y las enfermedades neurovasculares. Recientemente, científicos han descubierto otro aporte de la microbiota a la salud. Según la investigación publicada en Nature Communications, las bacterias de nuestro sistema gastrointestinal nos ayudan a combatir las células cancerosas.
Bacterias, fibra vegetal y ácidos grasos
Al alimentarnos de vegetales, la fibra es parcialmente fermentada por bacterias en el intestino, proceso del cual obtienen energía. Unos de los productos de la fermentación son los ácidos grasos de cadena corta (AGCC); llamados así porque están formados por cadenas carbonados de menos de seis carbonos, como el acetato, el butirato y el pentanoato. Todos estos AGCC tienen muchos efectos positivos para la salud de los seres humanos, como la regulación de la resistencia a la insulina, el colesterol e incluso el apetito.
En el nuevo estudio, se averiguó que el butirato y el pentanoato, además de los beneficios anteriores, aumentan la actividad antitumoral de un tipo de linfocito T conocido como CD8. Las células T son glóbulos blancos crecidos en el timo y forman parte de nuestro sistema inmunitario, pues nos protegen de infecciones y combaten el cáncer. Los científicos demostraron por primera vez de manera experimental en ratones que los AGCC reprograman la forma en que las células CD8 funcionan.
«Los resultados nos demuestran cómo los metabolitos de las bacterias intestinales son capaces de cambiar el metabolismo y la regulación génica de nuestras células y así influir positivamente en la eficacia de las terapias tumorales», explica uno de los integrantes del equipo, el inmunólogo Maik Luu del Hospital Universitario de Würzburg en Alemania.
Células asesinas
Durante la investigación con ratones de laboratorio, los especialistas notaron que algunas bacterias intestinales productoras de pentanoato, como Megasphaera massiliensis, aumentan la producción de citoquinas en las células T, mejorando su capacidad para destruir las células tumorales. Como control, el equipo experimentó con otras bacterias no productoras de pentanoato y no encontró ningún efecto sobre los niveles de citoquinas. Este hallazgo podría ser particularmente útil para las terapias frente al cáncer que aprovechan al sistema inmunológico.
Es bastante interesante la interacción de los linfocitos T y las células tumorales, pues algunas de éstas tienen proteínas en sus superficies que pueden unirse a las proteínas de las células T, resultando en una respuesta de «punto de control» inmunológico. Básicamente, este le dice a la célula T que evite a la célula cancerosa. Una de las terapias contra el cáncer es justamente inhibir punto de control inmunológico (ICI), bloqueando estas proteínas del punto de control, permitiendo que las células T hagan su trabajo y destruyan las células tumorales.
Según los autores, en el estudio un total de 11 cepas bacterianas humanas «provocaron una fuerte inmunidad antitumoral mediada por células T CD8» y agregan en su artículo que este grupo de inquilinos nuestros «mejoró sustancialmente la eficacia de la terapia ICI en ratones».
Este descubrimiento nos demuestra lo especial que es la relación con nuestras bacterias.