«Si no tuvieras un espejo y no pudieras doblar el cuello, ¿cómo sabrías si estás vestido apropiadamente?», se pregunta la bióloga Lori Schweikert pero no en referencia a nuestra ropa, sino a la experiencia de un pez para cambiar de «atuendo» y decidir si es el apropiado.
Combinar con el ambiente
El pez en cuestión tiene la increíble capacidad de cambiar de color. Además, puede «ver» con su piel, una extraña forma de percepción que parece ser cómo los peces de arrecife detectan sus propios colores.
«Da la impresión de que están observando su propia transformación cromática», comenta Schweikert acerca del pez cerdo (Lachnolaimus maximus), una criatura nerviosa que reside bajo la amenaza constante de depredadores desde todas las direcciones. En ese sentido, la habilidad de mimetizarse con su entorno es una cuestión de vida o muerte.
Los peces cerdo, alrededor de los tres años de vida, experimentan un cambio de género de hembra a macho. En esta etapa, cada individuo forma un harén de hembras jóvenes para aparearse y protegerse. La capacidad del pez de modificar el color de su piel también resulta beneficiosa en este contexto, ya que les permite cortejar a sus parejas y enfrentar a sus rivales, explica Schweikert.
Para lograr esto, el pez cerdo se apoya en células pigmentadas llamadas cromatóforos, similares a las que poseen pulpos y camaleones. Los pigmentos contenidos en estas células se congregan para permitir que la carne blanca subyacente brille a través. A medida que diversas combinaciones de pigmentos rojos, amarillos o negros se expanden, las células superficiales adoptan tonos y matices variados.
Opsina
La investigación sobre otro pez, la tilapia del Nilo (Oreochromis niloticus), reveló que las moléculas sensibles a la luz, conocidas como opsinas, pueden influir en el color de los cromatóforos. Por lo tanto, Schweikert y su equipo examinaron muestras de piel de pez cerdo utilizando una técnica de etiquetado de proteínas y microscopía electrónica de transmisión.
Siguiendo el rastro de las moléculas de opsina, los científicos las identificaron en las células situadas directamente debajo de los cromatóforos del pez, las cuales son sensibles a la luz de longitud de onda corta. Además, observaron que los niveles de luz afectan la cantidad de opsina liberada.
Es probable que, luego, las opsinas regulen a su vez el nivel de pigmento en los cromatóforos, al igual que con tilapia del Nilo, donde cada célula regula a la otra en respuesta a señales ambientales. Aún queda determinar con precisión cómo las opsinas influyen en los cromatóforos.
«Los animales pueden literalmente ‘fotografiar’ su propia piel desde el interior«, explica Sönke Johnsen, biólogo marino de la Universidad de Duke. «En cierto modo, eso le comunica al animal cómo es su piel, ya que este no puede agacharse para mirar».
Tener una visión cutánea independiente probablemente requiera un procesamiento mucho menos exigente que depender de los ojos para lo mismo, al actuar solo como un mecanismo de detección de luz en lugar de formar imágenes cerebrales complejas que deberán ser evaluadas.