Las siestas son una buena manera de relajarnos y de completar el sueño que no conseguimos por la noche. De hecho, son múltiples los beneficios de las siestas, como mejorar el humor, mejorar el desempeño, con un tiempo de reacción más rápido y una memoria más aguda. Por ello, los médicos recomiendan las «siestas energéticas», pero para un adulto mayor, una siesta puede ser algo realmente malo, llegando a afectar su cognición.
Cada vez existe más evidencia que vinculan a las siestas prolongadas como un signo de demencia en adultos mayores, pero la mayoría de los estudios se basan en evaluaciones de siestas autoinformadas. Para Yue Leng, profesora de Psiquiatría en la Universidad de California, esta metodología podría no ser precisa en el caso de personas con un deterioro cognitivo, pues no informarían de manera confiable todos los datos sobre su hora de dormir.
Demencia y Alzheimer
La especialista en neurodegeneración y sus colegas publicaron recientemente un estudio en Alzheimer & Dementia donde abordan los hábitos de siesta como signos de deterioro cognitivo. La investigación explica por qué las personas con demencia tienen siestas más frecuentes y más largas.
El equipo comparó los cerebros postmortem de personas con la enfermedad de Alzheimer con los cerebros de personas sin deterioro cognitivo, recopilando más de 1400 datos. Encontraron que las personas con la enfermedad de Alzheimer tenían menos neuronas que promueven la vigilia en tres regiones del cerebro. Estos cambios neuronales parecían estar relacionados con la proteína tau, las cuales forman grupos que dificultan la comunicación entre las neuronas en personas con Alzheimer.
En otras palabras, los hallazgos sugieren que las siestas prolongadas son una señal potencial de un envejecimiento acelerado. Los resultados también demostraron por primera vez directamente que la siesta diurna y la cognición pueden impulsar los cambios de cada uno de manera bidireccional.
Estos resultados coinciden con los hallazgos de un estudio previo, publicado en la misma revista. En él, los hombres mayores que dormían siestas de más de 120 minutos al día tenían mayores probabilidades de desarrollar deterioro cognitivo en comparación con los que dormían menos de 30 minutos al día.
Ciclo circadiano
Por otro lado, las siestas diurnas excesivas pueden cambiar o reflejar un cambio en el control circadiano, el cual ha demostrado ser prodrómico para la demencia de Alzheimer. Sin embargo, los autores escriben que los cambios en las siestas diurnas y los ritmos diarios circadianos pueden tener mecanismos separados para contribuir al riesgo de Alzheimer.
El equipo espera que en el futuro las investigaciones se centren en examinar la relación entre las siestas diurnas más largas y/o frecuentes y la enfermedad de Alzheimer. Además, consideran importante evaluar si las personas jóvenes que toman siestas diurnas prolongadas son más propensas a padecer esta condición en la vejez.
Más importante aún, es la ventana que podría abrirse a tratamientos contra el Alzheimer. Es decir, estudios futuros determinarán si una intervención directa en el sueño diurno disminuirá el riesgo de demencia o deterioro cognitivo.