Un nuevo estudio sugiere que Venus, ese planeta infernal y tóxico, podría parecerse más a la Tierra de lo que creíamos. Sí, aunque no lo parezca.
La investigación, publicada en Science Advances, revisó datos antiguos de la misión Magellan de la NASA y encontró señales de actividad tectónica en Venus.
Ojo: no es tectónica como la de la Tierra con placas flotando. Pero hay procesos internos que deforman la superficie y podrían estar reciclando su corteza.
El equipo se enfocó en unas estructuras enormes llamadas coronae, que son como anillos con un centro hundido y grietas radiales. Parecen cráteres, pero no lo son.
Al principio se pensó que eran impactos. Luego se descubrió que son de origen volcánico, formados por plumas de magma que suben desde el interior del planeta.
Estas plumas empujan la superficie, crean una especie de domo y, cuando se enfrían, el centro se hunde. Parte del magma sale por los lados, formando el anillo.
Los investigadores, liderados por Gael Cascioli, de la Universidad de Maryland y el Centro Goddard de la NASA, analizaron la gravedad y el relieve de 75 coronae.
Encontraron que 52 de ellas están justo encima de zonas donde hay plumas de material caliente, menos denso que el resto, lo que sugiere que ahí hay procesos tectónicos activos.
¿Y qué tiene eso de especial? Que aunque Venus no tenga placas tectónicas como nosotros, su interior sigue moviéndose y modelando su superficie.
Hay dos procesos terrestres que podrían estar ocurriendo allá. Uno es la subducción, cuando una parte del suelo se empuja hacia abajo y se hunde en el manto.
En Venus, eso pasaría cuando las plumas de magma empujan hacia arriba, forzando al terreno a chocar y una parte se hunde.
El otro proceso es el goteo litosférico. Eso ocurre cuando la base de la corteza se calienta, se vuelve más densa y se desprende como gotas que caen al interior del planeta.
Los modelos que crearon los científicos coinciden bastante con los datos recogidos por Magellan en los años 90. Eso fortalece la idea de que Venus sigue activo por dentro.
Anna Gülcher, de la Universidad de Berna, dijo que las coronae son abundantes, enormes, y llevan años generando teorías sobre cómo se formaron.
Lo más emocionante, según ella, es que ahora creen que se están formando por procesos activos que siguen ocurriendo hoy en día.
Y quizás lo mismo pasó en la Tierra cuando era joven, antes de que se formaran las placas tectónicas que tenemos hoy.
Venus no es fácil de estudiar: su calor extremo, la presión aplastante y la lluvia ácida complican cualquier misión.
Pero estas estructuras podrían ser la clave para entender no solo ese planeta, sino también cómo era nuestro mundo en sus primeros días.
Es más que seguro que Venus guarda secretos, y las coronae podrían ser la puerta para entenderlos.