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Teníamos una idea equivocada sobre la peste negra: no fue tan generalizada ni tan catastrófica

(El triunfo de la muerte, óleo de Peter Brueghel)

(El triunfo de la muerte, óleo de Peter Brueghel)

En los últimos dos años, seguramente hemos escuchando mencionar a la Peste Negra muchísimas veces, intentando compararla con la actual pandemia para tranquilizarnos. Dicha peste azotó Europa entre 1346 y 1353 y se dice que llegó a casi todos los rincones del continente, y causó la muerte de entre el 30% y el 50% de la población.

¿Cómo sabemos eso? Nos basamos en textos y documentos escritos por funcionarios estatales, eclesiásticos y testigos alfabetizados. Pero, te podrás imaginar que hace más de 600 años, la cobertura de esta documentación era desigual, en términos geográficos. No existía Google con información global actualizándose constantemente. A pesar de ello, sí había buena documentación proveniente de países como Italia y Polonia, aunque la de este último es muy escasa.

Siendo un pasaje muy llamativo en la historia, investigadores tratan de conocer más sobre el tema y de manera más concreta. En The Conversation, Adam Izdebski y sus colegas de distintas universidades europeas cuentan su experiencia usando granos de polen para conocer más sobre la Peste Negra, o Black Death.

Recolectando polen

El equipo ha publicado su investigación en Nature Ecology & Evolution, donde describen el proceso de recolectar más de 1630 muestras de polen fósil de 261 lagos y humedales de 19 países europeos. Con ese material compararon el impacto demográfico de la Peste Negra en todo el Viejo Mundo. Sus resultados indican que «el costo de la pandemia no fue tan universal como se afirma actualmente, ni fue catastrófico».

Pero antes de que pienses que unos simples granos de polen pueden traer abajo lo que conocíamos sobre la peste en Europa, debes saber que la paleoecología usa constantemente el polen conservado en el tiempo como un registro confiable de los sucesos del pasado. Los autores explican que los granos de polen están hechos de un polímero muy duradero y cuya forma y textura depende de la planta. Hay algunos lisos, constreñidos, con espículas; de hecho, si miras fotografías de estos verás que son, realmente, una obra de arte.

Estos, producidos en el interior de los estambres de las flores, permiten reconstruir el paisaje local y los cambios a lo largo del tiempo. Así, podemos conocer más sobre el uso humano de la tierra y la historia de la agricultura.

Presión humana en las tierras

¿Qué tiene que ver la agricultura con la peste y el polen? Pues, si la mitad o un tercio de la población europea muriera en menos de una década, se podría esperar un colapso cercano del paisaje cultivado. Dicho de otra forma, la mortalidad de aquel entonces habría afectado el uso de la tierra, y quizá los campos de cultivo se convirtieron en pastizales o áreas abandonadas que se recuperaron el uso agrícola.

Los investigadores, aplicaron técnicas estadísticas avanzadas a los datos de polen disponibles para probar este escenario, región por región.

Descubrieron que en algunas partes de Europa, en efecto, se redujo la población humana; pero en otras no. Como Cataluña o República Checa, donde no se observó evidencia de alguna disminución de la presión humana sobre el paisaje.

«En otros, como Polonia, los países bálticos y el centro de España, los cultivos incluso aumentaron, ya que la colonización y la expansión agrícola continuaron ininterrumpidamente a lo largo de la Baja Edad Media«.

Reevaluar las pandemias pasadas

Para los autores, esto significa que la mortalidad de la Peste Negra no fue ni universal «ni universalmente catastrófica». De haber sido así, los registros de polen en los sedimentos lo dirían.

«Nuestro hallazgo de la sorprendente variabilidad regional en la Peste Negra tiene consecuencias, potencialmente dentro y más allá del estudio del pasado de la plaga. Debería evitar que hagamos generalizaciones rápidas sobre la propagación y el impacto de la pandemia más infame de la historia».

Ellos aconsejan evitar sacar conclusiones ligeras sobre las pandemias, «especialmente de aquellas menos estudiadas y con narrativas basadas en evidencia fragmentaria».

«Si bien no hay dos pandemias iguales, el estudio del pasado puede ayudarnos a descubrir dónde buscar nuestras propias vulnerabilidades y cómo prepararnos mejor para futuros brotes».

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