El año pasado se realizó el anuncio del descubrimiento de fosfano en la atmósfera de Venus. Desde entonces, se han publicado numerosos artículos científicos, unos a favor y otros en contra del descubrimiento.
Por ese motivo, aquí en Robotitus haremos un repaso de casi todo lo que se ha dicho sobre los indicios de vida en Venus hasta ahora.
Septiembre de 2020
El 14 de septiembre, un equipo de científicos, liderados por la astrobióloga Jane Greaves de la Universidad de Cardiff, publicó un estudio en Nature que describía la detección de una sustancia química llamada fosfano en la atmósfera de Venus. Para ser exactos, la concentración hallada fue de 20 partes por mil millones.
Dicho descubrimiento, apoyado en los datos del telescopio James Clerk Maxwell (JCMT) y del popular telescopio ALMA, sugería que era posible la existencia de vida en dicho planeta.
Según informamos en ese momento, aquí en la Tierra, podemos encontrar fosfano en ecosistemas donde prosperan los microbios anaeróbicos, como pantanos. Pero eso no es todo: también podemos encontrarlo en los intestinos y, bueno, en las flatulencias. En resumen: sabemos que la presencia de este gas de alguna manera está relacionada con la vida, pero no siempre.
Greaves y su equipo tuvieron mucho cuidado para descartar algunas posibles fuentes de fosfano en la atmósfera de Venus. Si bien sabemos que los volcanes pueden producirlo y hay abundante evidencia de actividad volcánica en ese planeta, no parece ser suficiente para explicar la cantidad detectada.
Así empezó la historia de la detección que indicó si Venus podría albergar vida, lo cual despertó el interés de gran cantidad de científicos en el mundo. Varios empezaron a investigar lo que estaba sucediendo. Algunos encontraban evidencia que apoyaba la publicación de Greaves, mientras que otros apuntaban con sus evidencias a un sentido opuesto.
¿Qué pasó después?
Luego, todo se tornó un poco más interesante. Para empezar, un equipo de científicos revisó datos históricos de Venus y descubrió que la sonda Pioneer habría descubierto fosfano en 1978. Sin embargo, el documento aún no ha sido aceptado para su publicación.
Por otro lado, un trabajo enviado a la revista Science, que todavía no es revisado por pares, afirmó haber detectado glicina en Venus. Aun cuando la presencia de este aminoácido en el planeta estuvo relacionada con la vida, existen otras vías químicas que la pueden producir en Venus.
“Aunque en la Tierra, la glicina se produce mediante procedimientos biológicos, es posible que en Venus la glicina se produzca por otros medios fotoquímicos o geoquímicos, no comunes en la Tierra”, se explicó entonces.
Tres más
Posteriormente, tres artículos por separado volvieron a analizar los datos que usó el equipo de Greaves. El primero, que volvió a analizar los datos de ALMA, fue publicado en Astronomy & Astrophysics. El segundo, que analizó los datos del JCMT, fue publicado en MNRAS. Y el tercero, que analizó ambos conjuntos de datos, todavía está siendo revisado por pares. Ninguno de los tres encontró una concentración significativa de fosfina en la atmósfera de Venus.
Curiosamente, hubo un error en el procesamiento de los datos de las observaciones de ALMA, por lo que Greaves pidió que fueran procesados nuevamente. Aquí, se encontró que efectivamente había fosfano en Venus, pero en una menor concentración: de 1 a 4 partes por mil millones.
Dado que el dióxido de azufre y el fosfano absorben radiación cerca a la frecuencia de los 266,94 GHz, se produjo una interrogante. ¿Será posible que el equipo de Graves haya detectado dióxido de azufre en lugar de fosfano? Sobre esto, la astrobióloga y su equipo presentaron un nuevo estudio que defendía la solidez de la señal de fosfano. Ahí explican que la señal de fosfano es demasiado ancha como para que sea dióxido de azufre.
¿Qué hay de nuevo?
Dos nuevos estudios aparecen para volver a analizar los datos. Ambos trabajos contribuyen a la gran pila de publicaciones en contra de la presencia de fosfano en Venus.
El primero, publicado en The Astrophysical Journal Letters, volvió a analizar los datos de ALMA. De esta forma, encontró que el dióxido de azufre podría ser más abundante de lo que pensaba Greaves y su equipo.
El segundo, también publicado en The Astrophysical Journal Letters, utilizó los datos de décadas de observaciones a Venus para modelar las condiciones de su atmósfera y así determinar el comportamiento del fosfano y el dióxido de azufre en ella. Así, descubrieron que la señal de 266,94 gigahercios se ajusta mejor a un origen de unos 80 kilómetros (50 millas) de altitud, por encima de las cubiertas de nubes, en lugar de 50 a 60 kilómetros, como propusieron Greaves y su equipo.
A esa altitud, la fosfina no duraría mucho, de forma que la mejor explicación sería el dióxido de azufre, concluyeron.
¿Este es el final?
Todavía no. Es posible que Greaves y su equipo sigan respondiendo con más investigaciones que respalden sus hallazgos. Por el momento, nada es concluyente. Sin embargo, es emocionante ver un ejemplo tan claro de cómo científicos de todo el mundo usan su creatividad para encontrar evidencia que resuelva finalmente esta disputa.
Eventualmente, descubriremos cuál es la verdad. Pero cualquiera que esta sea, nos dejará grandes enseñanzas sobre el comportamiento del cosmos.