Paleontólogos encontraron, por primera vez, un rastro dejado por gusanos carroñeros mientras devoraban la cabeza de un pez en descomposición. Se trata de coprolitos, heces fósiles, que datan de unos 9 millones de años.
Es fascinante no solo el hallazgo sino que, las piezas fecales lucen «simpáticas» formas de cadenas y racimos de perlas ovaladas que, afortunadamente, ahora son como piedrecillas. Cada una, mide cerca de 2.5 mm de largo y fueron apilándose una sobre otras, de modo que para cuando los carroñeros terminaron el banquete, habían dejado suficiente excremento como para llenar todo el cráneo del pez.
Este hallazgo ocurrió en Calvert Cliffs un sitio en el sur de Maryland que contiene fósiles que datan de entre 18 y 8 millones de años atrás. Es decir, corresponden al Mioceno. El pez cuyo cerebro fue reemplazado por heces, es un Astroscopus countermani, «astrónomo», un depredador que habitaba los fondos marinos. El conjunto de excrementos fosilizados dentro del pez también tiene un curioso nombre en latín, Coprulus oblongus.
Los científicos se basaron en el tamaño, forma y composición química para determinar que las cuentas eran en realidad heces fosilizadas. Estos tienen características muy representativas; por ejemplo, las altas concentraciones de calcio y fosfato que se encuentran comúnmente en las heces fosilizadas.
¿Quién dejó las heces?
Existen muchos candidatos para determinar quién produjo los microcoprolitos; podrían haber sido gusanos, ascidias, caracoles, almejas, etc. Sin embargo, los coprolitos provienen de un ambiente marino, así que «podemos descartar con seguridad a los insectos terrestres como los productores». Las ascidias fueron tachadas de la lista, ya que pasan la mayor parte de su vida adulta adheridos a las rocas. De igual forma, los gusanos bellota fueron descartados debido a su hábito de defecar fuera de sus madrigueras.
Debido a que los gránulos fecales se encontraron en las partes más internas del cráneo de un pez que no medía más de 5 cm de ancho, probablemente fueron expulsados por un invertebrado que podía apretar su cuerpo blando en espacios reducidos.
«Esto descartaría a los caracoles y las almejas, dejando a los gusanos poliquetos y otros tipos de gusanos como los candidatos más factibles«, indicó Stephen Godfrey, coautor del estudio publicado en Rivista Italiana de Paleontologia e Stratigrafia. «Cómo y por qué es que un gusano pudo producir heces tan uniformes y con una forma tan maravillosa es algo notable para mí», concluyó.
Además del cráneo con materia fecal, también se examinaron otros depósitos de gránulos de coprolito. Estos estaban agrupados en sedimentos arenosos, adheridos a caracoles fosilizados y conchas de bivalvos.
Si bien los Coprulus oblongus del «astrónomo» no sobrepasaban el centímetro de largo, los científicos encontraron otro coprolito que medía 18 cm. Se piensa que este podría haber sido defecado por un cocodrilo antiguo y que algún desconocido animal se comió el excremento, ya que presentaba túneles profundos. Otra hipótesis es que el coprolito de gran tamaño fue utilizado como casa; o, como casa y comida al mismo tiempo.