Un nuevo estudio revela información valiosa sobre un tipo de sangre detectado por primera vez hace apenas 40 años. Se trata del sistema Er, un ensamblaje de grupos sanguíneos de los cuales se sabía muy poco.
«Este trabajo demuestra que incluso después de toda la investigación realizada hasta la fecha, un simple glóbulo rojo aún puede sorprendernos», comenta Ash Toye, biólogo celular de la Universidad de Bristol.
Variedad en la sangre
Estamos más familiarizados con los sistemas de grupos sanguíneos ABO y factor rh (positivos o negativos), debido a su importancia en las transfusiones sanguíneas. Sin embargo, hay muchos sistemas de grupos sanguíneos diferentes basados en una amplia variedad de antígenos de superficie celular y sus variantes.
Hay tantos que, en 1982 apareció en el radar el grupo número 44: Er. Unos años más tarde se identificó una variante del mismo llamada Erb, y los científicos han usado el código Er3 para describir la ausencia de Era y Erb.
Por lo tanto, llevamos décadas conscientes de la presencia de estos antígenos en las células sanguíneas, pero no conocíamos su impacto clínico. La forma en que nuestro cuerpo reacciona a una célula, en este caso un glóbulo rojo, con un antígeno que no nos pertenece puede ser desastrosa. El sistema inmune en alerta atacará al extraño con un bombardeo de anticuerpos para cercarlo antes de destruirlo.
El asunto es tan serio como un mal paso en la diplomacia internacional. Una discrepancia entre el tipo de sangre de un feto y el de su madre puede causar problemas si el sistema inmunitario de la madre se sensibiliza a antígenos extraños. Los anticuerpos generados en respuesta son capaces de atravesar la placenta y provocar una enfermedad hemolítica en el feto.
Afortunadamente, existen varios métodos para prevenir o incluso tratar la enfermedad hemolítica en los recién nacidos, incluidas las inyecciones para las madres embarazadas y las transfusiones de sangre para los bebés. No obstante, algunos casos sin éxito nos recuerdan lo poco que sabemos.
Casos raros
El estudio publicado en Blood recoge la pérdida de un bebé recién nacido que, a pesar de haber recibido una transfusión sanguínea luego del parto por cesárea, su vida no pudo ser salvada. Los médicos no se habían percatado de algo.
«Trabajamos en casos raros», dice la especialista en serología, Nicole Thornton, del Servicio Nacional de Salud de Sangre y Trasplantes (NHSBT) del Reino Unido. «Todo comienza con un paciente con un problema que estamos tratando de resolver».
Thornton y sus colegas analizaron la sangre de 13 pacientes con los antígenos sospechosos. Identificaron cinco variaciones en los antígenos Er; las que ya eran conocidas: Era, Erb, Er3; y dos nuevas: Er4 y Er5.
Al secuenciar los códigos genéticos de los pacientes, el equipo logró identificar el gen que codifica las proteínas de la superficie celular. Así, hallaron fue un gen bastante familiar para los científicos: PIEZO1, relacionado anteriormente con varias enfermedades. En experimentos de laboratorio, los ratones sin este gen mueren antes de nacer y los que tienen el gen eliminado solo en sus glóbulos rojos terminan con glóbulos frágiles y sobrehidratados.
La más reciente investigación confirmó lo que se pensaba sobre el gen: para eliminar el antígeno Er evitando que se incorpore a la superficie celular, se debe liminar a PIEZO1 en los precursores de los glóbulos rojos, los eritroblastos.
El antígeno «está presente en solo unos pocos cientos de copias en la membrana de cada célula», explica Toye. «Este estudio realmente destaca la antigenicidad potencial incluso de las proteínas con una expresión muy baja, así como su relevancia para la medicina transfusional».