Neurocientíficos revelan que la frecuencia cardíaca está modulada por procedimientos conscientes, como escuchar una narración.
El poder de la narración
Las historias narradas nos han acompañado desde nuestros inicios como humanidad, ya que por mucho tiempo fueron la principal herramienta para transmitir información a través de generaciones. De ahí que el cerebro humano ha evolucionado sincronizándose con las narraciones a tal punto que pueden determinar nuestros latidos. Al menos así lo sugiere un estudio recién publicado en Cell Reports.
Con la investigación, neurocientíficos evidencian que la frecuencia cardíaca está modulada por procedimientos conscientes generando fluctuaciones normalmente atribuidas a la función autónoma del sistema nervioso.
Por ejemplo, tu frecuencia cardiaca variaría mientas te encuentras sentado escuchando una envolvente historia en la radio. Además, los patrones de tu ritmo cardiaco serían iguales a los de otra persona, sentada en su casa escuchando la misma historia. Ese es el poder de las narraciones.
«Creemos que esto ocurre porque uno debe estar listo para actuar, en cualquier momento. Y para eso, necesitas saber lo que sucede a tu alrededor. En otras palabras, debes estar consciente de lo que está sucediendo, incluso si es solo una historia», explica Lucas Parra, neurocientífico coautor del estudio.
Cuentos y videos instructivos
Lucas Parra y sus colegas monitorearon la frecuencia cardíaca de participantes voluntarios en distintos eventos. En el primer grupo, se analizaron los electrocardiogramas de 27 voluntarios angloparlantes mientras escuchaban «Veinte mil leguas de viaje submarino». En el segundo, fueron examinados 27 estudiantes observando unos videos instructivos.
En un tercer experimento, participaron 25 francoparlantes escuchando historias mientras se registraba no solo su ritmo cardíaco sino también su respiración, Finalmente, 19 personas con trastornos de conciencia, en su mayoría generados por lesiones cerebrales, escucharon La part des ancêtres (Leonora Miano) en lo que inspeccionaban su frecuencia cardíaca.
Increíblemente, tras analizar los datos obtenidos, los investigadores encontraron que la frecuencia cardíaca se sincronizaba entre los participantes del estudio, independientemente de dónde se ubicaban. Y no se trata de la emoción que generaron las historias, porque la sincronización ocurrió de igual forma con el video instructivo.
Desde otro lado, los científicos también interrumpieron la concentración de los voluntarios, haciéndolos contar hacia atrás o sometiéndolos a sonidos que los distraen. Eso disminuyó la sincronicidad de su corazón y su capacidad para recordar la narrativa.
«Lo importante es que el oyente preste atención a las acciones de la historia», señala el coautor Jacobo Sitt, del Paris Brain Institute. «No se trata de emociones, sino de estar comprometido y atento, y pensar en lo que sucederá a continuación. Tu corazón responde a esas señales del cerebro».
Con respecto a los pacientes con trastornos de consciencia, uno estando en coma, no lograron sincronizar su frecuencia cardíaca, excepto dos. De ellos, uno recuperó la conciencia por completo.
Las historias nos conectan
El equipo sospecha que las palabras individuales (así como el significado general de la narrativa y las emociones que inspiran) impulsan la sincronicidad. Además, notan que una narrativa cohesiva es crucial para crear una actividad sincronizada, observada en los escáneres cerebrales.
«Hemos descubierto que el fenómeno es mucho más amplio y que simplemente seguir una historia y procesar un estímulo provocará fluctuaciones similares en la frecuencia cardíaca de las personas. Es la función cognitiva la que impulsa la frecuencia cardíaca hacia arriba o hacia abajo«.
No obstante advierten que el estudio es muy pequeño, por lo que los resultados deberán verificarse con grupos más grandes de personas.
Parra agrega: «La gente cree que reacciona al mundo de una manera particular», añade el ingeniero biomédico Jens Madsen del City College de Nueva York «. [Pero] incluso nuestros corazones reaccionan de manera muy similar cuando escuchamos cuentos. Eso me hace sonreír. Todos somos humanos. «