Imagina que como una paloma o una abeja, tienes la capacidad de percibir el campo magnético. Sería un superpoder digno de las tiras de un cómic, salvo por el hecho de que la magnetorrecepción es más común en el reino animal de lo que se pensaba. De hecho, científicos han encontrado una molécula omnipresente en todas las células vivas que responde a la sensibilidad magnética. La investigación se publicó en Nature.
¿Será este el verdadero sexto sentido?
El Flavín Adenín Dinucleótido (FAD) es una molécula identificada por genetistas que trabajan con la mosca de la fruta, Drosophila melanogaster. Es en sí misma un magnetoreceptor, pero cuya capacidad depende de la concentración a la que se encuentre y de las moléculas con las que se asocie. Por ello, la presencia de esta coenzima no significa que todos los animales o plantas puedan detectar y seguir activamente los campos magnéticos. Aunque sí sugiere que todas las células vivas serían capaces de hacerlo, inclusive las nuestras.
«Cómo percibimos el mundo externo, desde la visión, el oído, hasta el tacto, el gusto y el olfato, se entiende bien», dice Richard Baines, neurocientífico de la Universidad de Manchester. «Pero, por el contrario, aún se desconoce qué animales sienten un campo magnético y cómo responden ante él. Sin embargo, este estudio ha logrado avances significativos en la comprensión de esta incógnita».
Los científicos llevan décadas tratando de entender la magnetorrecepción en el reino animal. Si bien para nosotros puede ser invisible, es la fuerza tirante que permite a peces, aves, anfibios y otros, orientarse en el espacio.
En la década de 1970, especialistas sugirieron que este sentido de brújula magnética podría involucrar pares radicales, moléculas con electrones de capa exterior no apareados que forman un par de electrones enredados cuyos giros son alterados por el campo magnético de la Tierra.
Criptocromo
Veintidós años después, el autor principal de ese estudio fue parte de un nuevo artículo que proponía una molécula específica en la que se podrían formar los pares de radicales. Se trataba del criptocromo, un receptor en la retina de la aves migratorias sensible a la luz y el magnetismo, que funciona con el entrelazamiento cuántico.
En la forma más sencilla de su funcionamiento, uno de los electrones del criptocromo se activa cuando este absorbe luz y es empujado hacia uno de los dos estados de rotación. Cada uno de estos está influenciado de manera diferente por el campo geomagnético de la Tierra. Con los criptocromos, la ciencia ha podido explicar durante dos décadas cómo los animales pueden navegar detectando los campos magnéticos.
No obstante, los investigadores de las universidades de Manchester y Leicester identificaron al FAD como otra molécula candidata para explicar la magnetorrecepción.
FAD
Es más probable que el FAD en diferentes niveles contenidos en todas las células, y cuanto mayor sea la concentración, imparta sensibilidad magnética, incluso en ausencia de criptocromos. Por ejemplo, en experimentos con las moscas de la fruta, cuando el FAD es estimulado por la luz, genera un par radical de electrones que responden a los campos magnéticos. Pero cuando los criptocromos y la molécula están juntos, aumenta la sensibilidad de la célula a los campos magnéticos.
Los hallazgos sugieren que los criptocromos no son tan esenciales como pensábamos para la magnetorrecepción.
El descubrimiento nos ayudaría a explicar por qué las células humanas muestran sensibilidad a los campos magnéticos en el laboratorio. La forma de criptocromo presente en las células de la retina de nuestra especie ha demostrado ser sensible al magnetismo a nivel molecular cuando se expresa en moscas de la fruta.
Sin embargo, esto no significa que los humanos utilicemos la magnetorecepción, ni hay evidencia de que el criptocromo guíe a nuestras células para alinearse a lo largo de los campos magnéticos en el laboratorio. Quizás el FAD sea la razón.
Futuros experimentos podrán comprobar tal hipótesis. Esperemos que no pasen décadas antes de comprender a profundidad la sensibilidad de nuestras células al magnetismo.