En 1995, un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech) hizo un descubrimiento intrigante en el Observatorio Palomar: una enana marrón orbitando la estrella enana roja Gliese 229, ubicada a unos 19 años luz de la Tierra.
Esta enana marrón, conocida como Gliese 229 B, ha sido un enigma para los astrónomos durante décadas debido a su inexplicable bajo brillo, considerando su masa, que es 70 veces mayor que la de Júpiter.
El descubrimiento
Ahora, un equipo internacional de astrónomos liderado por Caltech recientemente resolvió este misterio al descubrir que Gliese 229 B no es una sola enana marrón, sino un par de enanas marrones gemelas en una órbita cercana.
Este hallazgo, publicado en la revista Nature, fue encabezado por el estudiante de posgrado Jerry W. Xuan y el profesor Dimitri Mawet, junto a científicos de diversas instituciones de renombre, como el Observatorio Europeo Austral (ESO) y la NASA.
Los investigadores revelaron que las dos enanas marrones, denominadas Gliese 229 Ba y Gliese 229 Bb, tienen aproximadamente 38 y 34 veces la masa de Júpiter, respectivamente.
Ambas orbitan entre sí con un período de 12 días y una separación de 16 veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Esta proximidad explica por qué los telescopios no habían podido distinguirlas previamente.
El descubrimiento fue posible gracias al interferómetro GRAVITY del Telescopio Muy Grande (VLT) del ESO, ubicado en Chile. Esta avanzada tecnología permitió resolver espacialmente las dos enanas marrones.
Posteriormente, el equipo utilizó el espectrógrafo CRIRES+ para analizar las firmas espectrales de ambas y confirmar su naturaleza binaria.
Según los investigadores, el brillo observado ahora coincide con lo esperado para dos enanas marrones en este rango de masa.
Importancia
Este avance no solo aclara la discrepancia entre la masa y el brillo de Gliese 229 B, sino que también arroja nueva luz sobre cómo se forman las enanas marrones.
Algunos científicos proponen que estas parejas podrían originarse dentro del disco protoplanetario de una estrella, que se fragmenta en dos semillas de enanas marrones que luego se unen gravitacionalmente.
La importancia de este descubrimiento radica en que podría haber más sistemas binarios de enanas marrones esperando ser descubiertos. Esto abre nuevas preguntas sobre la formación de estos objetos y su evolución.
Según el profesor Mawet, este hallazgo es uno de los más emocionantes en el campo de la astrofísica subestelar en décadas.
En palabras de Rebecca Oppenheimer, quien formó parte del equipo original que descubrió Gliese 229 B, “si algo así existiera en nuestro sistema solar, su apariencia sería extraña y fascinante en el cielo nocturno.”
En el futuro, Xuan y su equipo planean buscar más sistemas binarios de enanas marrones utilizando instrumentos de nueva generación, como el Keck Planet Imager y el HISPEC, lo que podría llevar a más descubrimientos sorprendentes en este campo.