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Los dientes esconden señales de patógenos durante cientos de años, señala nuevo estudio

Los dientes, con su capacidad para preservar moléculas a lo largo de siglos, ofrecen valiosa información acerca de los desafíos que enfrentaron nuestros ancestros.

Un equipo de investigadores provenientes de la Universidad de Nottingham y del University College de Londres ha empleado un método denominado «purificación por afinidad» en dientes antiquísimos, con hasta 800 años de antigüedad. Este proceso busca identificar moléculas según sus interacciones con otras, arrojando luz sobre la evolución de los anticuerpos humanos a lo largo del tiempo. El trabajo se publicó en Cell.

La conexión entre estas moléculas es esencial para comprender el funcionamiento del sistema inmunológico, permitiendo a los científicos retroceder en el tiempo para identificar los anticuerpos y su propósito original de lucha.

En los dientes

El estudio se focalizó en dientes perfectamente conservados extraídos de una tumba inglesa que data entre 1285 y 1470 d.C. A partir de estos, se aislaron anticuerpos cuyas secuencias se leyeron íntegramente, seguidas de pruebas de su reactividad frente a posibles antígenos.

Lo esencial radica en que los anticuerpos obtenidos de los dientes mantuvieron gran parte de su estructura original y retuvieron su actividad biológica, permitiendo a los científicos evaluar su respuesta ante virus contemporáneos.

«En este caso descubrimos que los anticuerpos de los dientes medievales eran capaces de reconocer el virus de Epstein-Barr, causante de la fiebre glandular», afirma Anisur Rahman, reumatólogo de la UCL. «En el futuro será posible observar cómo los anticuerpos de especímenes antiguos reaccionan ante enfermedades presentes durante esos períodos, como la peste negra».

 

Para muestra, tres

Sorprendentemente, conocer todo esto sobre el sistema de defensa de nuestros antepasados ha sido posible gracias al análisis de solo tres dientes. Este campo emergente de investigación es conocido como paleoproteómica, donde se emplean las últimas técnicas de análisis químico para identificar proteínas en restos antiguos, proteínas que suelen ser más resistentes que cualquier fragmento de ADN que sea recuperado.

En teoría, podríamos remontarnos aún más en nuestra historia inmunológica. De hecho, los científicos también examinaron un hueso de mamut datado en aproximadamente 37.000 años, evidenciando que podrían emplearse métodos similares para purificar y recuperar proteínas en muestras mucho más antiguas.

Con este precedente sentado, se abre el camino a ulteriores estudios con el propósito de verificar con precisión lo que estas proteínas extraídas pueden revelar, abarcando tanto la evolución de las enfermedades como la adaptación de nuestros organismos para combatirlas.

«En el ámbito científico de los descubrimientos, llegamos a anticipar lo inesperado; no obstante, la comprensión de que es posible purificar anticuerpos plenamente funcionales a partir de restos esqueléticos presentes en el registro arqueológico resultó sumamente sorprendente», comenta Robert Layfield, bioquímico de la Universidad de Nottingham.

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