El plancton y otros diminutos organismos mueren, se hunden y contribuyen con el carbono orgánico en la corteza terrestre. Este genera que la corteza sea tan débil y flexible que hace más de dos mil millones de años desencadenó la formación de las montañas terrestres.
De acuerdo con una nueva investigación publicada en Communication Earth and Environment el alto contenido de carbono en el océano generó la formación de los picos de nuestro planeta.
«El carbono adicional permitió una deformación más fácil de la corteza, de una manera que construyó cinturones de montaña y, por lo tanto, márgenes de placa característicos de la tectónica de placas moderna«.
Rocas frágiles
Hace dos mil millones de años, una explosión de vida oceánica comenzó a agregar concentraciones excepcionalmente altas de grafito al esquisto del fondo del océano. Esto hizo que la roca se volviera frágil y más propensa a apilarse. Durante los siguientes cien millones de años comenzaron a formarse las cadenas montañosas, como el Himalaya.
«En última instancia, lo que nuestra investigación ha demostrado es que la clave para la formación de las montañas fue la vida. Esto demuestra que la Tierra y su biosfera están íntimamente vinculadas de formas que no se entendían anteriormente», señala John Parnell, geólogo de la Universidad de Aberdeen.
En el pasado, numerosos estudios han demostrado que las placas tectónicas deben ser debilitadas por el grafito para crear montañas. Sin embargo, no estaba claro cómo se desencadenaba el fenómeno.
El origen biológico de las montañas
En la nueva investigación, Parnell y su colega Connor Brolly, sugieren que la vida marina es una parte clave del proceso. Ellos analizaron los trabajos previos sobre la formación de 20 cadenas montañosas, incluidas las de las Montañas Rocosas, los Andes, Svalbard, Europa central, Indonesia y Japón. Con toda la información recopilada, llegaron al grafito y su origen biológico.
«Podemos ver la evidencia en el noroeste de Escocia, donde todavía se pueden encontrar las raíces de las montañas antiguas y el grafito resbaladizo que ayudó a construirlas, en lugares como Harris, Tiree y Gairloch«, dice Parnell.
Por otro lado, la formación de montañas no requiere tanto carbono biológico. Solo se necesita un pequeño porcentaje de biomasa para que los bordes de las placas tectónicas se deslicen una sobre otra cuando chocan. En las cadenas montañosas hechas de sedimento paleoproterozoico, el contenido de carbono está constantemente por encima del 10%.
En consecuencia, la explosión de vida marina preparó el escenario para muchas de las cadenas montañosas que vemos hoy.
«Como el contenido de carbono del sedimento era anormalmente alto en el Paleoproterozoico, el flujo de carbono hacia las zonas de subducción fue mayor y, por ende, la deformación podría tener lugar más fácilmente de lo que había sido posible hasta ahora», indica el estudio.
En otras palabras, los organismos microscópicos unicelulares habrían desempeñado un papel clave en las estructuras geológicas más grandes de nuestro planeta.