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La Tierra tuvo días de 19,5 horas durante más de mil millones de años

Representación artística de la Tierra hace 600 millones de años. / Robotitus

En el pasado, un día en la Tierra duraba menos de 24 horas, manteniéndose constantemente en 19,5 horas durante más de mil millones de años. Este fenómeno intrigante es un testimonio de la compleja interacción de las fuerzas celestiales que moldean nuestro mundo, y los detalles se publicaron en Science Advances.

La duración del día de la Tierra, determinada por la velocidad a la que gira sobre su eje, ha ido aumentando gradualmente con el tiempo. Esto se debe principalmente a la retirada lenta pero constante de la Luna, a un ritmo de aproximadamente 3,78 centímetros por año

La atracción gravitacional de la Luna sobre los océanos de la Tierra causa protuberancias de marea, que ejercen un efecto de frenado en la rotación de la Tierra, similar al movimiento de un patinador artístico que extiende sus brazos para disminuir su giro. Esta influencia lunar agrega alrededor de 1,7 milisegundos al día de la Tierra cada siglo.

Sin embargo, la Luna no es el único cuerpo celeste que influye en la duración de nuestro día. El Sol también juega un papel importante, ya que su luz genera mareas atmosféricas similares a las oceánicas, con la gravedad del Sol tirando de estas protuberancias. A diferencia del efecto de la Luna, la atracción del Sol acelera la rotación de la Tierra.

 

Resonancia 

Durante gran parte de la historia de la Tierra, la influencia dominante de la Luna condujo a una desaceleración gradual de la rotación del planeta. No obstante, entre hace aproximadamente 2000 millones y 600 millones de años, ocurrió un período de estabilidad en el que la duración del día se mantuvo constante en 19,5 horas. Esta estabilidad se debió a una atmósfera más cálida y más grande, combinada con un fenómeno llamado resonancia.

La resonancia se produce cuando las ondas atraviesan la atmósfera a una altura y velocidad específicas, logrando sincronización. La velocidad de estas ondas está parcialmente determinada por la temperatura. Durante este período, las ondas generadas por la temperatura se sincronizaron con la duración del día, contrarrestando eficazmente el efecto de desaceleración provocado por la Luna.

Los astrofísicos Hanbo Wu y Norman Murray de la Universidad de Toronto comparan este fenómeno con el acto de empujar a un niño en un columpio. Si el empuje se sincroniza con el movimiento del columpio, este irá más lejos y más alto. De manera similar, la resonancia atmosférica y la marea se sincronizaron con la rotación de la Tierra, manteniendo el día en 19,5 horas.

 

Murray y sus colaboradores se basaron en evidencia geológica en su estudio, como estas muestras de un estuario de mareas que revelan el ciclo de las mareas vivas y muertas. / G. E. Williams

 

Importancia 

Este descubrimiento posee profundas implicaciones para nuestra comprensión del pasado y el futuro de la Tierra, al recordarnos que la duración de su día no es fija, sino que resulta de un delicado equilibrio entre diversas influencias. A medida que continuamos estudiando y modelando los impactos del cambio climático, debemos considerar estas interacciones complejas y sus efectos potenciales en nuestro mundo.

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