Un reciente estudio piloto ha encontrado una relación entre la composición de los microbiomas y el comportamiento de miedo en bebés de un año de edad. Los resultados se publicaron en Nature Communications.
Microbiomas
Cada vez se dibuja una imagen más clara sobre las interacciones entre bacterias y humanos, más aún en relación a nuestro microbioma. Vivimos en interacción constante con los microorganismos que habitan en nuestro interior, pues influyen en nosotros y nosotros en ellos, ya sea en diversas facetas, desde nuestra salud hasta nuestro comportamiento.
Mediante un reciente experimento piloto, un científicos de la Universidad Estatal de Michigan han descubierto que un grupo de bebés con un microbioma desequilibrado tendía a mostrar un mayor comportamiento de miedo. En contraste, los bebés con microbioma equilibrado, es decir con poblaciones bacterianas en proporciones adecuadas, tenían un comportamiento de miedo menor.
En el piloto participaron 30 bebés con edades cercanas a un año, expuestos a una serie de máscaras, como de caballo, mono y de un alienígena. Los investigadores intentaron que la experiencia sea lo más agradable posible, tanto para los bebés como para los padres, que estuvieron presentes y podían intervenir en cualquier momento.
Durante el experimento, se analizaron y calificaron las expresiones faciales de miedo, la angustia vocal, el miedo corporal, el comportamiento de escape y la respuesta de sobresalto. Además, al mismo grupo de bebés se le había tomado muestras fecales, tanto al mes de nacidos como al año de edad . Al comparar los resultados del comportamiento con el microbioma analizado de las heces, encontraron una conexión entre la su composición y los niveles de miedo en el experimento con las máscaras.
En concreto, cuando en los microbiomas la abundancia de Bacteroides, bacilos anaerobios Gram negativos, era menor; y, la abundancia de especies de Veillonella, Dialister, Bifidobacterium y Lactobacillus era mayor, los bebés exhibían un comportamiento mayor de miedo.
El manejo del miedo
¿Cuáles serían las implicancias de esto en la vida de los bebés? De hecho no hay algo malo con la respuesta que mostraron los pequeños participantes, ya sea un mayor o menor miedo. Sin embargo, aprender a regular el miedo es un elemento importante para una buena salud mental.
Rebecca Knickmeyer, neurocientífica que lideró la investigación explica que «los niños deben ser conscientes de las amenazas en su entorno y estar preparados para responder a ellas. Pero si no pueden frenar esa respuesta cuando están a salvo, pueden correr un mayor riesgo de desarrollar ansiedad y depresión en el futuro«.
Este piloto ha permitido enlazar los comienzos del miedo humano, de alguna manera que aún no se puede explicar, sobre la composición del microbioma intestinal al comienzo de la vida. Asimismo, se maneja la hipótesis de que el manejo ejercido para el control de los miedos en la vida futura, dependerá de cómo las poblaciones bacterianas prosperen o se reduzcan.
Vincular a las poblaciones de bacterias con el miedo no es algo nuevo. Ya se había hecho en estudios previos con animales. En el 2015, científicos de la Academia China de Ciencias mediante el uso de resonancia magnética, obtuvieron resultados que sugirieron que el volumen de la amígdala (el cual procesa el miedo en el cerebro) al año de edad estaría relacionado con la composición del microbioma en ratones.
Ahora, con este estudio piloto, los especialistas tienen soporte para hacer análisis más profundos sobre ese potencial pero misterioso vínculo entre el desarrollo y manejo de las conductas de miedo y nuestra composición bacteriana.