Los bosques tropicales del Amazonas ahora emiten más CO2 del que absorben, según datos de muestras de aire recolectadas durante una década.
Perder un aliado
La selva amazónica era nuestra aliada en la lucha contra el cambio climático, una importante, pero ahora nos estaría dificultando la tarea. La cuenca del Amazonas, que contiene aproximadamente la mitad de las selvas tropicales del mundo, retiene cerca de 450 mil millones de toneladas de CO2 en los árboles y el suelo.
De esta forma, reduce las cantidades atmosféricas del gas de efecto invernadero más importante, incluso cuando las emisiones de CO2 superaron las 40 mil millones de toneladas en el 2019.
Si la Amazonía pasa de ser un «sumidero» a convertirse en una «fuente» de CO2, pasaría a convertirse en nuestra enemiga; así lo ha informado un grupo de científicos liderados por Luciana Gatti del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales en Sao José dos Campos en la revista Nature.
Una década de estudio
Del 2010 al 2018, los investigadores tomaron muestras de aire en el Amazonas, pues las imágenes satelitales no proporcionaron información acertada debido a la alta presencia de nubes en la región. Entonces utilizaron aviones para recolectar cerca de 600 muestras de CO2 y monóxido de carbono a elevaciones de hasta 4.5 kilómetros sobre el suelo del bosque.
El análisis de los datos reveló que el noroeste de la Amazonía estaba en equilibrio de carbono, es decir, absorbía tanto CO2 en la atmósfera como el que emitía. Sin embargo, el este del Amazonas, especialmente durante la estación seca, emitió mucho más de lo que absorbió.
Estos resultados poco alentadores han sido completados con otro estudio que empleó una metodología diferente para encontrar que la región Amazónica de Brasil liberó casi un 20 por ciento más de CO2 durante la última década de lo que absorbió de 2010 a 2019.
El fuego y la deforestación
Esta transformación en las selvas tropicales sudamericanas es impulsada por varios factores; de acuerdo con los autores del recién publicado artículo, «la deforestación y la degradación forestal reducen la capacidad de la Amazonia para actuar como sumidero de carbono».
Desde 1970, los bosques tropicales de la región han disminuido en un 17 por ciento, principalmente para convertirse en terrenos para la siembra de forraje y otros pastos para el ganado. Esta expansión agrícola requiere del uso del fuego para dejar libre el terreno, actividad que libera grandes cantidades de CO2 y reduce la cantidad de árboles disponibles para absorberlo.
Pero no son solo la deforestación y los incendios forestales; el cambio climático también es un factor clave. Las temperaturas de la estación seca han aumentado en casi 3 grados centígrados en comparación con los niveles preindustriales, el triple del promedio mundial durante todo el año.
La selva amazónica es un punto de inflexión en los sistemas climáticos; es decir, perderla es un punto de no retorno. De la misma manera que lo es perder las capas de hielo sobre Groenlandia y la Antártida occidental, el permafrost siberiano cargado de CO2 y metano, las lluvias monzónicas en el sur de Asia y los ecosistemas de arrecifes de coral.