Bostezar no solo es liberador, al parecer también cumple una importante función en los organismos. Un nuevo estudio ha encontrado una interesante relación entre la duración del bostezo y el tamaño del cerebro.
Paciencia para investigar
El profesor Jorg Massen, etólogo de la Universidad de Ultrecht (Países Bajos) afirma que para llevar a cabo un estudio como este se requiere mucha paciencia. Algo indiscutible, pues el equipo pasó muchas horas en distintos zoológicos, con las cámaras encendidas, esperando a que los animales bostecen. La investigación ha registrado en videos una cifra de 1291 bostezos, correspondientes a 55 especies de mamíferos y 46 especies de aves, desde hipopótamos hasta cuervos.
El objetivo, dice Massen, es comprobar la hipótesis que se sostiene respecto a la función del bostezo. Explica que, mientras más actividad hay en las neuronas y más grande es el cerebro, éste necesita enfriarse más. Tal como pasa con una computadora. De acuerdo con la hipótesis planteada por los etólogos, el bostezo es el mecanismo por el cual se regula la temperatura del cerebro.
Andrew Gallup, etólogo coautor del estudio, explica que el bostezo no oxigena la sangre, como comúnmente se cree, sino que enfría el cerebro. Esto ocurre porque cada vez que bostezamos el aire que inhalamos es de una temperatura menor a la de nuestro cuerpo, y mediante el estiramiento de los músculos que intervienen en la apertura de la boca, aumenta el flujo de sangre fría hasta el cerebro.
Comprobar la hipótesis
El equipo ha comprobado esta función termorreguladora midiendo la temperatura del cerebro luego del bostezo y, efectivamente disminuye. Además, la cantidad de bostezos está determinada por la temperatura del entorno. Por ejemplo, los humanos bostezamos entre 5 y 10 veces al día. Sin embargo, los investigadores adicionalmente encontraron que el número disminuye si tenemos un objeto frío cerca a nuestro cuello.
Previamente habían observado a animales pequeños y concluyeron que mientras mayor es el cerebro y la actividad que ocurre en él, más enfriamiento requiere. Es decir, la duración del bostezo depende del tamaño del principal órgano del sistema nervioso.
Los ambiciosos científicos buscaban determinar qué tan universal es esa premisa. Para ello, no solo pasaron muchas horas grabando los bostezos animales, asimismo complementaron la información con datos proporcionados por la Charles University de Praga. De esa forma resolvieron que, independientemente del tamaño del cuerpo, la duración del bostezo aumenta con el tamaño y número de neuronas en el cerebro.
Adicionalmente, encontraron otro factor involucrado en el tiempo de bostezo de aves y mamíferos. El bostezo de las aves dura menos tiempo que el de los mamíferos debido a que su temperatura corporal es mayor. Por lo tanto, la diferencia de temperaturas entre el cuerpo del animal alado y el aire circulante es mayor. Por lo tanto, necesita menos tiempo para enfriarse y con un bostezo corto es suficiente.
Aparte de obtener simpáticos videos de animales bostezando, esta investigación sirve como soporte para distintas predicciones realizadas en base a la hipótesis del bostezo como termorregulador cerebral.