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El primer ámbar descubierto en la Antártida muestra que existía una selva tropical cerca del Polo Sur

Macrografía de un ámbar de aproximadamente 70 µm extraído del lignito presente en los sedimentos del núcleo de MeBo. (Alfred-Wegener-Institut/V. Schumacher)

Por primera vez científicos de Alemania y el Reino Unido han descubierto ámbar en la Antártida. Este ámbar, fosilizado a partir de la resina de antiguos árboles coníferos, data de hace 83 a 92 millones de años y revela una selva tropical en el Cretácico, dominada por coníferas y similar a los bosques actuales de Nueva Zelanda y la Patagonia.

Este descubrimiento revela que la Antártida, hoy inhóspita, fue alguna vez un hábitat cálido y húmedo. Durante el Cretácico, estos árboles debieron resistir meses de oscuridad invernal, pero lograron sobrevivir en un entorno extremo. Antes de este hallazgo, las muestras de ámbar más cercanas al Polo Sur provenían de Australia y Nueva Zelanda. El geólogo Johann Klages, del Instituto Alfred Wegener de Alemania, explicó que «los siete continentes tuvieron condiciones que permitieron la supervivencia de estos árboles.»

Reproducción artística de la Antártida a mediados del Cretácico. (Alfred-Wegener-Institut/James McKay/CC-BY-4.0)

El ámbar hallado abre una nueva ventana para estudiar el ecosistema prehistórico de la Antártida, buscando indicios de incendios forestales y vida atrapada en la resina. Los científicos han encontrado fósiles de madera y hojas en la Antártida desde el siglo XIX, pero estos descubrimientos son de la época en que el supercontinente Gondwana existía.

En 2017, investigadores perforaron el fondo marino cerca de la Antártida occidental, obteniendo muestras excepcionalmente conservadas. Tras años de análisis, en 2020, Klages y su equipo anunciaron el hallazgo de raíces fosilizadas de mediados del Cretácico, junto con polen y esporas, lo que indicaba un ecosistema forestal activo en esa época.

Un trozo de ámbar antártico que muestra signos de la intrusión de la corteza de un árbol del Cretácico. (Klages et al., Antarctic Research, 2024)

En una capa de lutita de tres metros de largo, el equipo encontró pequeñas piezas de ámbar translúcido de 0,5 a 1,0 milímetros, con tonos de amarillo a naranja y fracturas en su superficie. Estas fracturas son típicas del flujo de resina, que se produce cuando los árboles sellan su corteza en respuesta a incendios o daños por insectos.

La muestra de perforación de la Antártida contenía restos de ámbar y posibles intrusiones de corteza, que se ven en el cuadrado rojo. (Klages et al., Investigación Antártica, 2024)

El Cretácico fue uno de los períodos más cálidos en la historia de la Tierra, y la evidencia de depósitos volcánicos y frecuentes incendios forestales en la Antártida y las islas cercanas respalda esta teoría. El ámbar se preservó probablemente debido a la rápida cobertura por agua, protegiéndolo de la radiación UV y la oxidación.

Aunque no se ha encontrado corteza de árbol en el ámbar, el equipo sigue analizando cada detalle para confirmar su composición. Estos descubrimientos ayudan a construir una imagen de cómo eran los bosques antárticos hace 90 millones de años.

Publicado en Antarctic Research, el estudio destaca la increíble adaptabilidad de la vida en condiciones extremas. Trozo a trozo, los científicos están desentrañando la historia de un mundo que alguna vez fue exuberante y cálido en el actual continente helado.

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