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Una peculiar cicatriz delata a esta moribunda estrella como una devoradora de planetas

Impresión artística que muestra la enana blanca magnética WD 0816-310, donde los astrónomos han encontrado una cicatriz en su superficie como consecuencia de haber ingerido restos planetarios. / ESO/L. Calçada

Un equipo de astrónomos ha encontrado evidencia de un planeta en una estrella muerta. Según un estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters, una enana blanca alguna vez devoró un planeta que orbitaba a su alrededor. ¿Cómo sabemos esto? Por una cicatriz distintiva de metal vaporizado en su superficie.

Esta enana blanca muestra un fenómeno único en comparación con otras. Los restos de su planeta no están dispersos uniformemente en su superficie, sino concentrados en un área específica. Este detalle peculiar ofrece nuevos conocimientos sobre cómo estas estrellas consumen a sus compañeros.

El astrónomo Stefano Bagnulo del Observatorio y Planetario de Armagh explica que si bien se sabe que algunas enanas blancas se alimentan de sus sistemas planetarios, la participación del campo magnético de la estrella es un descubrimiento novedoso, ya que dirigió los fragmentos planetarios inhalados a un lugar particular en la superficie de la enana blanca, dando como resultado la cicatriz observada.

 

Una estrella única

Las enanas blancas son esencialmente los núcleos de estrellas que han agotado su combustible nuclear. Después de expandirse hasta convertirse en gigantes rojas y deshacerse de sus capas externas, lo que queda es un núcleo denso del tamaño de la Tierra, que aún irradia calor de su vida anterior.

A pesar de su violenta transformación, algunos planetas logran seguir orbitando estos restos. Sin embargo, no todos tienen la suerte de escapar de ser arrastrados y devorados.

El caso de WD 0816-310, una enana blanca contaminada, es particularmente fascinante, pues ya se habían detectado elementos como sodio, magnesio y hierro que insinuaban el consumo de material planetario. Sin embargo, las nuevas observaciones han precisado mejor el origen de estos metales. El equipo sugiere que provienen de un fragmento planetario tan grande o mayor que Vesta, el segundo asteroide más grande del Sistema Solar.

 

Cicatriz 

Resulta aún más intrigante cómo la presencia de estos metales no se distribuye de manera uniforme en la superficie de la enana blanca.

Cuando la estrella gira, los cambios en la concentración de estos elementos están relacionados con las fluctuaciones en la intensidad del campo magnético de la estrella. Esta relación sugiere que el campo magnético atrapa los metales vaporizados en un lugar específico, creando la cicatriz observada.

 

Este hallazgo amplía nuestro conocimiento del ciclo de vida estelar y abre nuevas vías para entender la dinámica entre las enanas blancas y sus sistemas planetarios. El equipo espera realizar observaciones a largo plazo para identificar fenómenos similares en otras enanas blancas. De conseguirlo, tendremos que replantar nuestras ideas sobre las interacciones estrella-planeta posteriores a la secuencia principal.

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