En el interior de una cueva, hace 78 mil años, el cuerpo de un niño de tres años fue cuidadosamente colocado en una tumba. Hoy, sus pequeños restos constituyen el entierro más antiguo de un Homo sapiens hallado en África.
Un singular equipaje
Panga ya Saidi es una cueva ubicada en el sureste de Kenia, de suma importancia arqueológica. Para los habitantes de la zona es, hasta hoy, un lugar sagrado en el que se celebran ceremonias de adoración y sanación. Nicole Boivin, directora de arqueología del Instituto Max Planck, afirma que el lugar es hermoso; algunas partes se han derrumbando permitiendo la entrada de luz cálida y con ella, enredaderas y flores crecen estupendamente.
En ese lugar, sacado de cuentos mágicos, arqueólogos trabajaban buscando artefactos y restos de hace 2300 años, periodo posterior al inicio del comercio en la zona del Océano Índico. Sin embargo, pronto notaron que la zona guardaba evidencia importante de mucho tiempo atrás. En el sistema de cuevas Panga ya Saidi se han encontrado hasta el momento herramientas de piedra, artefactos simbólicos y muchos huesos muy bien conservados.
En 2017, Emmanuel Ndiema, arqueólogo de los Museos Nacionales de Kenia, viajaba hasta Alemania con un singular equipaje. Llevaba desde Panga ya Saidi los restos de una pequeña tumba. En Jena, lo esperaba la paleoantropóloga María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIAH) y líder del equipo que descubrió el entierro. Martinón-Torres tomó el paquete y se lo llevó a Burgos, sede del CENIAH.
La investigadora y su equipo dedicaron muchos meses analizando el bloque de sedimento con avanzadas técnicas, como microtomografía computarizada (Micro-CT) para conseguir un modelo tridimensional detallado del contenido del bloque. Los resultados revelaron el cráneo y huesos de un pequeño niño Homo sapiens de tres años de edad. El equipo decidió ponerle el nombre de Mtoto, que en swahili (lengua común en Tanzania y Kenia) significa «niño».
Un entierro cuidadoso
Mtoto, al momento de su entierro hace 78 mil años, fue colocado de costado en una posición flexionada muy común en las sociedades humanas antiguas. Al parecer esta es la forma correcta de acostar los cuerpos, quizá porque lucen como si estuvieran en un profundo sueño. La pequeña cabeza del infante fue colocada, aparentemente, con delicadeza sobre un cojín de material perecedero que no sobrevivió al paso del tiempo, lo mismo ocurrió con el material que usaron para envolver su pequeño cuerpo. Además, los investigadores hallaron un pozo poco profundo que rodeaba el cuerpo, cavado deliberadamente, demostrando que se trató de un entierro verdadero.
Dichas características del entierro de Mtoto son similares a entierros anteriores, tanto de Homo sapiens como de Homo neardenthalensis. Algunos de éstos datan de 120 mil años atrás, en Europa y Oriente Medio, hace bastante tiempo. Pero el entierro de Mtoto es el más antiguo que se ha encontrado en África hasta la fecha. Michael Petraglia, co-autor del estudio, explica que la brecha de 40 mil años entre los entierros deliberados más arcaicos de Homo sapiens en Europa y el de Mtoto en África, refleja claramente que la arqueología paleolítica en el continente africano es relativamente joven en comparación con la de Europa y Asia.
Boivin asegura que lo obtenido es un registro de un periodo de tiempo extraordinario. Los sucesos que experimentaron los antiguos humanos en Panga ya Saidi han quedado grabados en el tiempo, y las personas locales aún tienen una conexión cultural muy fuerte con su pasado; nuestro pasado.
La investigación fue publicada en la revista Nature.