La parálisis producto del daño de la médula espinal ha sido irreparable hasta ahora. Usando la terapia génica, un equipo de científicos ha logrado por primera vez que ratones paralizados vuelvan a caminar. La clave de esto es una proteína que estimula la regeneración de células nerviosas.
El estudio, realizado por Marco Leibinger de la Universidad Ruhr de Bochum en Alemania, fue publicado en Nature Communications.
Lesiones en la médula espinal
Las lesiones en la médula espinal pueden traer consecuencias nefastas, una de ellas son las discapacidades permanentes como la paraplejía. Esto se debe al daño que sufren las fibras nerviosas, llamados axones, los cuales ayudan a transportar la información del cerebro a los músculos y viceversa.
En otras palabras cuando estas fibras se dañan, la comunicación se interrumpe. Dado que estas fibras no se regeneran naturalmente, el resultado es una parálisis permanente en el afectado.
Hasta la fecha, todavía no se tiene ninguna opción de tratamiento que pueda restaurar las funciones perdidas en los pacientes afectados. Sin embargo, gracias a un nuevo enfoque, el estudio en cuestión entrega una cuota de esperanza.
¿Regeneración de los axones?
El equipo de investigadores ha estado trabajando con la proteína hiperinterleucina-6, la cual se sabe que puede estimular la regeneración de células nerviosas en el sistema visual. “Se trata de una citoquina de diseño, lo que significa que se da en la naturaleza y debe producirse mediante ingeniería genética”, explica Dietmar Fischer.
El enfoque del estudio consiste en inducir a las células nerviosas de la corteza sensorial motora a producir por sí mismas hiperinterleucina-6. Para lograrlo, utilizaron unos virus adecuados para terapia génica, que inyectaron en un área del cerebro de fácil acceso. Aquí, los virus entregan el diseño para la producción de la proteína a células nerviosas específicas, llamadas motoneuronas.
“El tratamiento con terapia génica de solo unas pocas células nerviosas estimuló la regeneración axonal de varias células nerviosas en el cerebro y varios tractos motores en la médula espinal simultáneamente”, señala Dietmar Fischer.
De esta manera, las motoneuronas empezaron a producir la proteína curativa por sí mismas. Esto estimuló la regeneración de las células nerviosas y permitió que un grupo de ratones recuperen la movilidad.
“En última instancia, esto permitió que los animales previamente paralizados que recibieron este tratamiento comenzaran a caminar después de dos o tres semanas. Esto fue una gran sorpresa para nosotros al principio, ya que nunca antes se había demostrado que fuera posible después de una paraplejía total”, agregó Fischer.
Por el momento, el equipo de investigación sigue indagando sobre cómo optimizar la producción de hiperinterleucina-6 y lograr mejores resultados. “Ahora estamos abriendo nuevos caminos científicos. Estos experimentos adicionales mostrarán, entre otras cosas, si será posible transferir estos nuevos enfoques a los humanos en el futuro”, concluyó Fischer.