La misofonía es un desorden caracterizado por una hipersensibilidad a ruidos habituales, como el de la masticación y, es más común de lo que podría pensarse. Ahora, científicos han descubierto la clave del origen de esta sensación negativa.
Mala conexión
Una persona con misofonía experimenta una serie de sentimientos negativos, como ira o ansiedad, en respuesta a sonidos bastante comunes y típicos del día. No pueden tolerar el ruido que normalmente se produce al masticar, al beber o, incluso, al respirar. Nos hace falta mucho para entender porqué estos sonidos tan naturales y, aparentemente, inocuos desencadenan tantos problemas para algunas personas. Recientemente científicos han hallado una conexión anormal entre dos áreas del cerebro del misófono.
Es muy notorio que los sonidos desencadenantes de la misofonía sean los movimientos orofaciales, como el movimiento de la boca o las mejillas. Entonces, por simple lógica deducimos no es solo el sonido lo que interviene en el desorden. Con esto en mente, el equipo de Sukhbinder Kumar, neurocientífico de la Universidad de Newcastle en el Reino Unido, planteó la hipótesis de que las neuronas espejo relacionadas con los movimientos orofaciales son las causantes de la misofonía.
Según los investigadores, en las personas misófonas existe una comunicación anormal, de hipersensibilidad, entre dos regiones del cerebro, que va desde la corteza auditiva hasta la corteza motora orofacial (la parte del cerebro que controla los movimientos de la cara, la boca y la garganta). Como consecuencia, en realidad están experimentando una estimulación no solo de la corteza auditiva sino de la corteza motora que causa el sonido de activación de la misofonía generados por la persona.
«La podemos describir como una ‘conexión supersensibilizada‘. Sería la primera vez que se identifica una conexión de este tipo en el cerebro para la enfermedad», explica el Dr. Kumar.
Ruidos, muchos ruidos
Para probar su hipótesis, el equipo analizó escáneres cerebrales de resonancia magnética funcional de 75 personas, con y sin misofonía. Los participantes fueron expuestos a los sonidos de activación de misofonía (como masticar), a sonidos desagradables para todos (como gritos), a sonidos neutros (como la lluvia) y a ningún sonido.
Gracias los ensayos, notaron que existe una conexión, más fuerte incluso, entre la corteza motora y la corteza visual. Esto refleja que la misofonía puede ser desencadenada por algo visual.
Los neurocientíficos creen que esta comunicación activa el sistema de neuronas espejos, las cuales nos permiten procesar los movimientos realizados por otros individuos activando a nuestro cerebro de una manera similar (similar a cuando vemos a alguien bostezar). Este sistema genera que la misofonía sea realmente incómoda para quien la padece, pues sienten una intromisión en su cerebro sobre la acción de la otra persona.
Se estima que entre el 6 y 20% de la población padece de alguna forma de misofonía, unas más graves que otras. Las formas más severas limitan la interacción normal de estas personas en entornos familiares o laborales. Algunos pueden controlar la misofonía imitando la acción de la otra persona que emite el sonido, de esa forma recupera el control y reduce la incomodidad.
El trabajo, publicado en The Journal of Neuroscience, permite a los especialistas entender mejor el funcionamiento de la misofonía. Con la información recabada será posible mejorar los enfoques que buscan controlar el desorden. Sin duda esto tiene un impacto positivo en la vida de los misófonos.
Geniaaal